Oportuna e importante la propuesta del presidente Juan Manuel Santos de firmar un pacto entre empresarios, banqueros y trabajadores para hacerle frente a la recesión internacional.
Contrasta el realismo y la prudencia del Gobierno con la euforia irracional de ciertos representantes del sector privado. El Presidente es consciente de que la crisis económica no nos va a esquivar y que tenemos que prepararnos para grandes dificultades.
La idea del Gobierno es un acuerdo nacional en el que todos se comprometan con medidas para amortiguar los efectos de la crisis: los banqueros a mantener las líneas de crédito abiertas, los empresarios a proteger el empleo y los trabajadores a moderar sus exigencias salariales.
Esto permitiría crear un colchón de resistencia frente a los efectos esperados de la recesión.
Ante el derrumbe del crecimiento en EE. UU. y Europa es de esperar una caída del comercio exterior que traería consigo una disminución en los precios internacionales de las materias primas. Es probable que los problemas financieros de Europa y EE. UU. terminen –más pronto que tarde– por reducir los flujos de capitales hacia el mundo emergente.
También es previsible que los volúmenes de inversión extranjera directa no sigan expandiéndose. Si le adicionamos la inestabilidad cambiaria, existen suficientes motivos para preocuparse por el entorno de nuestra economía.
Este estilo de acuerdos se han firmado en varios países con bastante éxito. El objetivo es que los actores económicos tengan claridad en las normas de juego y puedan repartir de manera equitativa los costos y los beneficios derivados del acuerdo. Equitativamente no quiere decir igualitariamente. En este caso, la crisis internacional ha sido generada por un largo periodo de especulación financiera y bursátil.
Años de distorsión en los precios de los activos, desde viviendas hasta acciones pasando por bonos corporativos y estatales, llevaron al mundo al borde del abismo en el que nos encontramos.
En Europa y Japón la crisis está centrada en la deuda pública. En EE. UU. es más grave el endeudamiento privado que tiene al sistema financiero tambaleando. Hasta el momento las políticas económicas han buscado estimular el crecimiento por la vía de la demanda esperando que un mayor ritmo de actividad ayude a licuar la deuda pública.
Este camino está mostrando ser un callejón sin salida. Habrá que reducir el gasto, lo que confirmaría la recesión.
Los trabajadores son los menos responsables de la crisis actual. Son quienes aprovecharon las grandes plusvalías de los años anteriores –banqueros y empresarios– los que deben asumir la mayor parte de los compromisos.
Se trata, mediante el acuerdo entre los sectores económicos, de defender nuestra productividad y competitividad en un entorno, donde lo importante será la supervivencia.