Disfrutar una economía en pleno empleo es algo que los colombianos no conocemos. Estados Unidos atraviesa esa excepcional condición macroeconómica en la cual todos aquellos que pueden y quieren trabajar tienen un empleo. A pesar del terrorismo, del miedo que se experimenta en las calles, de la obsesión por la seguridad, de Trump y de tantos temas delicados que se enfrentan con la nueva administración, la economía ha vuelto a producir ese milagro envidiable donde el trabajo es abundante.
Las vitrinas confirman lo que dicen las estadísticas. Abundan los letreros de “aplique para un empleo aquí”. Mientras esto sucede, la política antimigratoria de Trump puede convertirse en una amenaza para el crecimiento si la escasez de mano de obra podría llevar a un aumento de los costos laborales que subiría la inflación y cerrando el círculo virtuoso de crecimiento. Ironía de la economía, las propuestas de Trump caen en el momento menos indicado pues se requiere más mano de obra en un momento en que Estados Unidos se cierra a la inmigración.
Pero también llama la atención la profunda reestructuración del sector comercio. El centro comercial es una de las grandes invenciones de mercadeo estadounidenses. Aprovechando la abundancia de tierra, la fórmula de incorporar cientos de tiendas bajo un mismo techo y con un único parqueadero fue la fórmula que rompió el esquema tradicional del almacén en la calle comercial propio de la tradición europea. El centro comercial se convirtió en un lugar de compras pero también en un sitio para comer, divertirse y resguardarse del clima.
Es evidente que la era del centro comercial está entrando en el ocaso. Es particularmente cierto en las ciudades pequeñas y medianas de Estados Unidos que pueden tener, a pesar de su tamaño, varios de ellos. Visitarlos resulta casi desolador. Los locales están para arriendo, los almacenes tipo “ancla” como Sears o Macy’s han cerrado. Para disimular la crisis, las fachadas de los almacenes han sido transformadas en vitrinas donde se anuncian los productos de los que todavía están abiertos en el mismo centro comercial o se afirma que próximamente vendrá una “nueva apertura sorpresa” que no termina por concretarse.
Mientras en Colombia los ciudadanos siguen refugiándose en los centros comerciales para huir de la inseguridad e informalidad en las calles, en otras economía más avanzadas, el modelo evoluciona hacia las compras por internet. Esto es sobretodo cierto para los productos que el comprador ya conoce y que por lo tanto puede escoger sin temor en la pantalla de su ordenador. Las grandes tiendas tipo Sears han sido víctimas de su propio invento pues su catálogo de ventas por correspondencia terminó creando el hábito de la comprar a distancia lo que vació sus almacenes de compradores y obligó a cerrarlos. Sin estos comercios, que eran el gancho que atraía visitantes, los demás comercios empezaron a perder ventas y también decidieron cerrar.
A pesar de los tristes hechos recientes de violencia, en Colombia cada vez hay más centros comerciales. Estamos como siempre, a la penúltima moda.
Coletilla: Según la Corporación Excelencia para la Justicia, Colombia es, después de Costa Rica, el país con más abogados con 438 por cada 100 mil habitantes. ¿Será por eso que la justicia no opera?
El ocaso de los centros comerciales
Pese al terrorismo, la economía de EE. UU. ha vuelto a producir ese milagro envidiable donde el trabajo es abundante.
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