La decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de continuar su prudente estrategia de aumentar 0,25, por ciento la tasa de interés, quedó en un rango entre 1,5 y 1,75 por ciento. El mercado tenía descontada la medida, lo que explica las pequeñas consecuencias observadas, sin embargo, lo importante es el mensaje que se envió con toda claridad. La era del dinero gratuito se está terminando y todos los demás países deben ajustarse a un nuevo entorno monetario.
Con una situación de pleno empleo y unas perspectivas de crecimiento al alza, la autoridad monetaria tiene que ocuparse de las preocupantes consecuencias que tendrá sobre el equilibrio la agresiva política de reducción de impuestos, la cual se reflejará en un incremento del déficit fiscal. En una primera etapa, los estadounidenses tendrán que convivir con un aumento de la deuda y un problema de financiamiento. La apuesta del gobierno de Trump es que un repunte del crecimiento económico permita compensar, con mayores ingresos tributarios, la pérdida derivada de las menores tarifas para personas naturales y empresas.
Mientras tanto, en Colombia la inflación converge a la meta del Banco de la República (3 por ciento). Es una afortunada coincidencia porque es poco probable que el Emisor pueda seguir bajando sus tasas en lo que resta del año. Cumplido el objetivo de meter en cintura el alza de precios, el banco central tendrá que cuidar el tema cambiario.
Al subir las tasas de interés en Estados Unidos e incrementarse las necesidades de financiación, el estímulo a la salida de capitales aumentará en todos los países. Para poderlos atraer, las condiciones deben ser atractivas. De ahí que los banqueros centrales del mundo tienen que enfrentar la encrucijada de permitir la salida de capitales y la consecuente devaluación de sus monedas o mantener un nivel interno de tasas lo suficientemente competitivo, con el riesgo de frenar el ritmo de actividad productiva.
En el caso colombiano, el 2016 mostró que la devaluación tiene un impacto directo y acelerado sobre los precios internos mucho más alto que en otra épocas. El nivel final fue de 5,75 por ciento, pero con picos de inflación anualizada cercanos a 9 por ciento en julio del 2016. El mecanismo de transmisión (pass through) de los precios internacionales más costosos, expresados en pesos, por la devaluación, nos hizo retroceder significativamente en el tema inflacionario. En ese entonces, el Banco de la República fue lento en reaccionar al efecto y luego debió hacerlo con determinación. Con la nueva información sobre la sensibilidad de la inflación a la tasa de cambio es poco probable que se repita el mismo error de apreciación.
El final del largo periodo de liquidez, impuesto a la fuerza por la crisis financiera del 2008, es uno de los más anunciados de la historia económica. Por el momento, los mercados monetarios reaccionan moderadamente al nuevo entorno. Pero el telón de fondo de este escenario es un política económica de Trump que quiere apostarle a medidas tan controversiales como peligrosas. El nerviosismo de los mercados se refleja en el índice de volatilidad (VIX) que registra un elevado nivel en las últimas semanas.
Aumentar el déficit fiscal, mientras, de forma simultánea, se promueve una guerra comercial es de altísimo riesgo. Los nervios están subiendo.