El próximo domingo el país tiene que escoger entre el futuro y el retroceso, entre la globalidad y la autarcía; entre liberar sus fuerzas productivas o apresarlas. La palabra mágica para el próximo cuatrienio es crecimiento. Si no recuperamos la capacidad de crecer, todos los problemas que el nuevo gobierno hereda serán mucho más difíciles de resolver. En el 2011 crecimos al 6,6%. En el 2013, al 4,9% y en el 2015 al 3%. El año pasado un ridículo 1,8%.
La dupla Santos - Cárdenas se escudan detrás de todo tipo de excusas, pero la realidad es que asfixiaron al sector productivo con impuestos y deterioraron el clima de los negocios con la polarización. El interminable proceso de paz hizo el resto. Los inversionistas no tomaban decisiones, pues las noticias de La Habana, como por ejemplo el tema de la JEP, eran cada vez más preocupantes.
Para crecer es importante generar capacidad de ahorro. El próximo gobierno hereda una preocupante tendencia en materia de endeudamiento. Según el Banco de la República, el saldo de la deuda total del país pasó de un 21% del PIB en el 2013 a un 45% del PIB en el 2017 con un crecimiento del 114%. El ritmo de gasto del Gobierno tiene que reducirse y eso será doloroso. Hay que regresar a un filosofía de austeridad, ausente en todos los niveles del Estado desde hace ocho años. El nuevo gobierno debe fijar una dura posición frente a la ‘mermelada’, prohibir la aberrante publicidad oficial en los medios, depurar la impresionante nómina de “asesores”, bajar la odiosa pompa que permitió escándalos inolvidables como la Cumbre de la Américas, iniciar el programa de venta de activos inmobiliarios de las Fuerzas Armadas y reactivar el tema de privatizaciones.
Para crecer es indispensable la inversión y para ello es necesario trabajar el tema de productividad. Modernizar el Sena, hoy convertido en la caja menor de los políticos corruptos, recuperar Colciencias –ignorado por Santos– y orientar Procolombia a los temas trascendentes y de fondo, son algunas tareas prioritarias. Y el próximo gobierno ojalá enfrente el asunto de la calidad en la educación premiando económicamente a los maestros cuyos alumnos muestren mejores resultados en la pruebas de Estado.
No habrá inversión sin un sistema de justicia que opere para el ciudadano y el empresario. Con la lentitud y corrupción actual, los inversionistas privados, nacionales o extranjeros, tendrán muchas dudas para pensar en negocios de largo plazo. Colombia no es confiable, pues cualquier autoridad judicial puede cometer una denegación de justicia sin que nada ocurra. No habrá crecimiento si el Estado unitario no recupera su estatura jerárquica. Si cualquier ente territorial puede desafiar el ordenamiento legal, prohibir actividades garantizadas por la Constitución y oponerse a las políticas públicas nacionales, pocos proyectos de largo aliento serán posibles.
Sin crecimiento todos los problemas son más difíciles de enfrentar. Deuda, desempleo, redistribución, impuestos, pensiones son desafíos que son más fáciles de trabajar si la economía está en expansión robusta. La prioridad es desatar la fuerzas de crecimiento hoy amarradas por la burocracia, la corrupción, la tramitomanía y los impuestos.