Si en algo parecen estar de acuerdo todos los colombianos es en la mala imagen que tiene de la clase política. Si uno quiere escuchar un listado de adjetivos calificativos negativos basta con hablar de los hombres públicos.
El ciudadano no respeta ni quiere a quienes tienen cargos de elección. Sin distingos de partidos, edad o región todos reciben su baldado de críticas y descalificaciones.
Por eso siempre me sorprenden los resultados de las encuestas. Según el último sondeo de Gallup, el Gobernador de Antioquia tiene una aprobación del 80%. Mediocre resultado si se compara con el 90% del Alcalde de Barranquilla. El Gobernador de Atlántico tiene el 75%, el Alcalde de Cali un 71% e incluso el viejo y gastado Horacio Serpa, gobernador de Santander, tiene un impresionante 70%.
A pesar del desastre de ciudad que nos deja el Polo, la Alcaldesa encargada de Bogotá tiene un muy respetable 65% de favorabilidad. A nivel nacional los resultados no son malos. El presidente Santos tiene un 67%, cuatro puntos más que Germán Vargas.
Como sé del rigor estadístico de los que hacen las encuestas y no cuestiono sus metodologías de muestreo, me pregunto por qué los colombianos hablan mal de sus políticos salvo cuando les preguntan.
Algo no me suma; ¿si estamos tan aburridos de nuestros políticos por qué no lo reflejan los sondeos? Algunos dirán que los personajes que he mencionado tienen cargos de elección, pero en la rama ejecutiva. Sin embargo, cuando uno lee las noticias regionales encuentra escándalos de corrupción e ineficiencia en todos los rincones de la patria.
¿O será que en Barranquilla desapareció el clientelismo, en el Valle no hay contratación de recomendados políticos, en Antioquia no se desperdician recursos públicos y en Santander todo marcha sobre ruedas? Quisiera creer que es cierto, pero sé que no es así.
Ello nos llevaría a la conclusión de que los únicos que tienen mala imagen son los elegidos en la rama legislativa como congresistas, diputados o concejales. Es cierto que los elegidos del área ejecutiva (presidente, gobernadores y alcaldes) tienen a su favor amplios presupuestos, nóminas y contratos que les permiten mostrar su gestión.
En cambio los concejales, diputados y congresistas no tienen las mismas herramientas, pues su labor es puramente legislativa. Por ello los ciudadanos piensan que hacen poco y tienen por lo tanto una mala imagen de su gestión.
Pero si los ciudadanos están hartos de la corrupción, la burocracia, el clientelismo y el despilfarro presupuestal, deberían estar cansados de los que tienen ese poder, en otras palabras, de sus alcaldes y gobernadores, lo que las encuestas no reflejan.
Todo lo contrario, se muestran muy satisfechos de las gestiones de sus mandatarios.
Como algo no me suma, me aventuro con una hipótesis atrevida: el descrédito de nuestros gobernantes está concentrado en los medios de comunicación y en ciertas élites frustradas por una clase política que consideran inferior a sus expectativas. Pero al colombiano del común, sus hombres políticos no les parecen tan malos.