No nos hagamos ilusiones: de todos estos escándalos recientes no veremos condenas a los máximos responsables ni debemos esperar un cambio en los estándares éticos de la políticos. El solo hecho de que se conforme una comisión mixta de funcionarios de la Fiscalía, Procuraduría y Consejo Nacional Electoral para investigar los hechos, garantiza que habrá impunidad. Es el esquema ideal para confundir, enredar y exonerar.
El régimen es demasiado poderoso y logrará que únicamente paguen algunos maleteros del dinero, como sucedió con Samper y el proceso 8.000.
Y lo más grave no es que pase algo, sino que no pase nada. En medio de este asqueroso ambiente de corrupción generalizada, hay unos grandes ganadores: los populistas y las Farc. Puede pasar que en este ambiente, en el cual la frase más escuchada es “todos son unos bandidos”, aparezca una figura que canalice ese hastío de la ciudadanía y resulte electa. El outsider es un símbolo de las sociedades que han perdido la esperanza en que las cosas puedan cambiar, y optan por una opción nueva, que ofrece lo imposible y canaliza ese descontento.
Odebrecht es el tipo de escándalo que tumba gobiernos en un sistema de gobierno parlamentario. Pero en uno presidencial corrupto como el nuestro, es mucho más difícil porque las complicidades de la justicia con el régimen lo protegen con suficiente tiempo hasta lograr la impunidad. El problema es que en Estados Unidos, Brasil, Perú y Chile las investigaciones por el mismo caso avanzan a buen ritmo y producen resultados espectaculares. Los colombianos saben que nada similar sucederá en nuestro país y ello alimentará la corriente de los que creen que el sistema actual no tiene salida.
La corrupción está devorando las posibilidades de que Colombia salga adelante. Las empresas no pueden pagar más impuestos para alimentar la mermelada. Los ñoños no pueden seguir apropiándose de los alimentos de los niños, los medicamentos de los hospitales, los subsidios para los pobres o los créditos para los campesinos. No podemos seguir financiando burocracias inoperantes, contratistas innecesarios, obras inconclusas y mal planeadas, publicidad oficial excesiva y contratos para favorecer a los ministros del régimen.
El país no puede asumir, con el trabajo de millones, los botines de un sistema político que ha hecho de la corrupción un negocio de proporciones colosales.
Muertos de la risa están las Farc, viendo cómo este régimen corrupto confirma que somos un país que, con proceso de paz, o sin él, es inviable.
Excusas: en la columna pasada por un error afirmé que en Colombia había más de 2’000,000 millones de contadores. Son algo más de 200.000. Una burrada de mi parte.
Miguel Gómez Martínez
Asesor económico y empresarial
migomahu@hotmail.com
Muertos de la risa
La corrupción está devorando las posibilidades de que Colombia salga adelante. Las empresas no pueden pagar más impuestos para alimentar la mermelada.
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