El gobierno quiere buenas noticias porque sigue convencido de que los problemas de Colombia son de percepción. Pues, hubo una buena noticia la semana pasada, cuando la Comisión de Hacienda del Concejo de Bogotá archivó el proyecto de acuerdo de la administración para imponer una nueva contribución por valorización estimada en $1,2 billones. Mientras en el Congreso se aprobaba, a las patadas, una adición presupuestal por $8,56 billones para aceitar las maquinarias electorales de la Unidad Nacional, en el cabildo capitalino los concejales le recordaban al gobierno que la respuesta a los problemas no puede ser siempre aumentar los impuestos.
Bogotá sigue en crisis. Los ocho años de gobiernos de Samuel y Petro, la dejaron postrada. Se destruyó su estructura administrativa, que fue entregada al peor clientelismo. Las finanzas quedaron desangradas por los subsidios. La corrupción llegó al tuétano. Al nuevo Alcalde le tocó bailar con la fea: sin dinero, sin mayoría política y sin apoyo popular ha tenido que enfrentar los gravísimos problemas de la capital. A pesar de sus esfuerzos, los cambios no han sido los esperados por una ciudadanía cansada del desgreño anterior.
Para quienes queremos, vivimos y sufrimos la ciudad, las calles están sucias, las paredes siguen pintadas, Transmilenio continúa desbordado, el SITP es financieramente inviable, la inseguridad ha aumentado y la calidad de vida sigue siendo pésima. Se intentó recuperar el espacio público, pero las decisiones judiciales no dejaron. Con valor, se desmontó el horror del ‘Bronx’, pero el tema de los habitantes de la calle está fuera de control. El equipo de gobierno es joven, pero le falta el carácter que la situación amerita.
Pero, sobre todo, el Alcalde carece de esa capacidad de conectarse con la ciudadanía que convierte a un buen administrador público en un líder de la comunidad. Como cree que todo lo sabe, no escucha y sus fracasos son solo suyos. Nadie es solidario con un hombre que cree que no necesita a nadie.
Parece irónico que el peor alcalde que ha tenido la ciudad en la historia, esté teniendo éxito en el proyecto de la consulta revocatoria. Petro, maestro en las lides de la guerrilla jurídica, tiene a la defensiva a Peñalosa, que enfrenta ese reto con una alta impopularidad. Mientras tanto el Alcalde, como Santos, cree que el problema es de percepción y está gastando dinero en publicidad oficial.
El problema de Peñalosa, como el de Santos, es de resultados. La ciudadanía no ve los avances, pues los problemas son muy grandes. Para quienes llevamos años viendo el deterioro de la ciudad, sabemos que nada cambiará en los próximos años, por ello, la desesperación aumenta. Mientras tanto, los recibos de impuestos, los altísimos costos de los servicios públicos y el desorden generalizado hacen que vivir en Bogotá sea, poco menos, que un martirio.
Bien por los concejales que se acordaron del mandato que recibieron al ser electos. Mientras no mejore la burocracia y se reduzca la corrupción, la respuesta no puede seguir siendo la de meter la mano al bolsillo del ciudadano.
Coletilla: parece ser que el Emisor se suma a la campaña de desprestigio de Colombia, denunciada por el gobierno, al publicar que la inversión extrajera directa cayó en 22,5 por ciento.
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¡No más impuestos!
El gobierno quiere buenas noticias porque sigue convencido de que los problemas de Colombia son de percepción.
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Miguel Gómez Martínez
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