La semana pasada fue mala para el país. Una sucesión de hechos parece profundizar una sensación de descontrol y de crisis institucional. Frente a ellas, el Gobierno parece estar perdiendo gradualmente el pulso del país.
Empecemos por la economía. Las cifras de la industria ratificaron que el proceso de declive de este sector clave de la economía prosigue. Según el estudio del FMI, “entre el 2008 y el 2013, la economía colombiana creció a un ritmo promedio anual del 4 por ciento, pero –dice el Fondo– la industria aumentó apenas a una tasa media de 0,1 por ciento”.
Ni el Gobierno ni el gremio tienen un plan creativo, con instrumentos de política, subsidios y medidas comerciales que permitan en el tiempo frenar la erosión de la producción industrial.
El Presidente del gremio de los industriales sostiene, en pomposo artículo, que la economía no está en crisis, lo que es cierto.
Luego se anuncia la renuncia del gerente general de la Federación de Cafeteros, Luis Genaro Muñoz. Este hecho confirma lo que se sabía desde hace semanas: que la institucionalidad cafetera está dividida en dos grandes grupos y que el Gobierno decidió apoyar a aquellos que pedían la cabeza del actual gerente.
Vendrá un período de interinidad largo hasta el próximo Congreso Cafetero, que será en Noviembre. Con precios bajos y una devaluación insuficiente para compensar los costos de producción, la sombra de un nuevo paro cafetero planea sobre el ambiente.
Y luego vino la cereza en el ponqué: el Consejo de Estado suspendió la venta de Isagen. El Gobierno entró en pánico, pues con los 5,3 billones de pesos de la privatización piensa financiar el plan de infraestructura 4G, del cual depende la elección de Germán Vargas como próximo presidente.
Frente a esta multitud de problemas, la respuesta del Gobierno fue muy deso-rientada. Santos anunció que, luego de su primer cuatrienio, Colombia era un país de clase media, como si el avance hacia el desarrollo no fuera un proceso gradual e histórico. Además, sostuvo que el 84 por ciento de las metas de su primer gobierno se habían cumplido, algo que ratifica la desconfianza creciente de la cifras del Dane y de los órganos estatales, siempre empeñados en demostrar que, en medio del caos creciente, “como nunca” brilla el buen gobierno. La cacofonía del Ministro de Hacienda y el Vicepresidente por la ausencia de recursos en infraestructura confirma que lo dicho por el Presidente de su capacidad de ejecución no es cierto. Mientras tanto el Ministro de Salud intentaba, sin éxito, explicar que el glifosato es cancerígeno si se usa en la coca, pero bueno para las lechugas y tomates. El Departamento de Estado de EE. UU. confirma que, “como nunca”, desde la época de Samper, están aumentando las área cultivadas en coca.
Sumemos el tratamiento cuasioficial de jefe de Estado dado a Timochenko, la llegada de los “asesores” en desminado, el Consejo de Estado que declara que las Farc no son terroristas, el regreso por la puerta de atrás del magistrado Alberto Rojas a la Corte Constitucional. Una semana negra para Colombia.
Miguel Gómez Martínez
Asesor económico y empresarial
migomahu@hotmail.com