Desde esta columna hemos sido duros críticos de los gremios. Les falta la coherencia para superar los intereses individuales de sus miembros y concentrar su esfuerzo en los temas estructurales que permiten el desarrollo empresarial. Son tímidos cuando se trata de abordar asuntos como el proceso de paz, en el cual se juega el futuro del modelo de libertad económica, sin que ellos adviertan los peligros inminentes que acechan. Señalamos su dependencia del Gobierno a través de los recursos parafiscales, que los convierten en subordinados de los ministros del ramo. Nos angustia su falta de foco en los problemas de fondo de esta economía en crisis.
Pero en este caso, respaldamos la posición de la Andi frente al varillazo que le envió el Gobierno por medio de la columna de Gabriel Silva, publicada en El Tiempo el pasado 10 de agosto y titulada ‘¿El fin de la concertación?’. El artículo es una respuesta a la interesante entrevista concedida por el presidente de la Andi, Bruce Mac Master, al mismo periódico días antes. En ella, el dirigente gremial hizo un serio llamado de advertencia, si queremos que la actual crisis no se traduzca en un grave descalabro para la capacidad productiva de Colombia.
Hace bien Mac Master en señalar los problemas estructurales de productividad y competitividad, en los que el Estado tiene una responsabilidad principal. Los empresarios pueden invertir en mejores bienes de capital, pero necesitan carreteras eficientes y buena seguridad. Pueden mejorar la calidad de sus trabajadores, pero no son competitivos si los impuestos son excesivos. Pueden adaptar sus productos a las exigencias de la competencia mundial, pero no pueden enfrentarla si los tratados de libre comercio no tienen en cuenta las asimetrías que producen los subsidios que existen en muchos países.
Hace bien el presidente de la Andi en señalar la imperfección de muchos mercados nacionales que inciden en la competitividad de la industria. El mejor ejemplo es la energía, cuyo costo en Colombia es muy superior al de los países con los que competimos. Las ineficiencias asociadas con la tramitomanía irracional del sector público les cuestan fortunas a las compañías, que podrían dedicarse a mejorar su competitividad. Si a ello se le suma el torniquete tributario, que sigue exprimiendo a los generadores de riqueza, es imposible que el sector industrial no tenga crecimientos negativos.
Hace bien Mac Master en señalar que hay sectores consentidos excesivamente por el presupuesto, como la construcción o la infraestructura, que reciben abundantes estímulos tributarios y cada vez más recursos del gasto público. Por ello, pedir una política industrial, en otras palabras, una estrategia integral de apoyo al sector, no implica nada distinto a equilibrar la acción del Estado hacia sectores que, por ser menores contribuyentes a las campañas políticas que los grandes contratistas del Gobierno, han sido descuidados y relegados a un segundo plano.
Hace bien Mac Master en recuperar el papel de vocero del sector real, el que crea riqueza y empleo. Hace bien en enfrentar al Gobierno intolerante, que está convencido, en medio de la crisis, cada día más evidente, de tener éxito en todo lo que emprende. Hace bien en defender las empresas, que son la clave para la prosperidad del país, sin importar lo que piensen en Palacio.
Miguel Gómez Martínez
Asesor económico y empresarial
migomahu@hotmail.com