Al otorgar el Premio Nobel de Economía al profesor de la Universidad de Chicago, Richard Thaler, la Academia Sueca ha premiado ya a cinco científicos sociales por sus contribuciones a la ciencia económica dentro del enfoque que se conoce como la ‘economía del comportamiento’ o ‘economía de la conducta’. En el 2002, el galardón fue entregado al sicólogo Daniel Kahneman y al economista Vernon Smith; en el 2010 a Peter Diamond, y en el 2013 a Robert Shiller.
Esta escuela ha desafiado el concepto de racionalidad planteada por la teoría económica ortodoxa, al rechazar el supuesto de que las creencias y preferencias de los seres humanos son internamente consistentes. Estos autores argumentan que las personas normales cometen errores sistemáticos en sus procesos mentales, tienen sesgos, y encuentran que dichos errores son consecuencia de su real dotación mental y no debidos a la corrupción del pensamiento por las emociones o por la cultura.
Simplemente, estamos mal hechos. En sus experimentos, han encontrado que el pensamiento intuitivo de las personas comete innumerables errores al estimar las probabilidades de los eventos, al predecir el futuro, al examinar hipótesis, al estimar frecuencias de eventos, entre muchos otros. En estas circunstancias, los seres humanos no pueden definirse como racionales en el sentido que argumenta la teoría económica ortodoxa, pues esta definición exige la adherencia a unas reglas de lógica que una mente limita y finita, como la que tenemos, es incapaz de tener.
De esta forma, ante preguntas y tareas inescapables y difíciles, las personas cortamos esquinas como, por ejemplo, sustituyendo una pregunta difícil con otra más fácil, sin notar la substitución; o, al recordar el pasado, nos engañamos con narrativas falaces o con explicaciones rápidas y fáciles sobre nuestras propias historias; o, cambiamos las respuestas y acciones dependiendo del contexto en el que estamos situados; o respondemos las preguntas al tanteo o por ensayo y error; o nos volvemos super confiados en nuestras habilidades y extrapolamos tendencias recientes hacia el futuro, por ejemplo, creando burbujas financieras en tiempos favorables, o profundizando las crisis en los malos tiempos.
En tanto el trabajo de Kahneman se ha centrado principalmente en descubrir estos sesgos y heurísticas, el de Thaler es notorio por sus contribuciones a las políticas públicas que son necesarias para remediar estas falencias de nuestros sistemas mentales y para orientarlas hacia decisiones correctas. Por ejemplo, dado que los humanos valoramos exageradamente el presente frente al futuro, aún si contamos con un buen nivel de ingreso, tenemos una baja tendencia a ahorrar para cubrir riesgos como los de enfermedad, vejez o muerte. Con experimentos realizados en muchas partes del mundo, Thaler encontró que se puede inducir a la gente a ahorrar, sin coartar su libertad, haciendo que por defecto parte de su salario vaya a una cuenta de ahorros.
De esa forma, pudiendo retirar la plata, estos investigadores han encontrado que la mayoría de la gente prefiere mantener su dinero en esas cuentas y ahorrarla.
Por estos aportes, la Academia Sueca hace verdadera justicia al premiar a Richard Thaler con el Premio Nobel de Economía. Pero es importante, también, señalar los precedentes pasados y las limitaciones que enfrenta esta escuela para interpretar los fenómenos económicos, como los de la economía financiera.
En primer lugar, los miembros contemporáneos de esta escuela no fueron los primeros en señalar el impacto de la sicología en la economía. Con su concepto de los ‘espíritus animales’, hace casi un siglo Keynes introdujo el papel de las expectativas con consecuencias críticas, como la llamada preferencia por la liquidez, y Hyman Minsky fue también un pionero en argumentar el papel de la sicología en las burbujas y destorcidas de los mercados de capitales. Estos fenómenos son inconcebibles en un mundo de agentes perfectamente racionales, en los que se supone que los precios reflejan perfectamente los fundamentales de la economía y capturan toda la información que es relevante para su valoración, poniendo en duda, por lo tanto, la eficacia del enfoque dominante en la economía financiera de hoy en día, conocido como la Hipótesis de los Mercados Eficientes (en inglés, Efficient Market Hypothesis, EMH).
Segundo, aunque algunos de sus miembros actuales, como Robert Shiller, fueron de los primeros en señalar, la década pasada, que el mercado de la vivienda en Estados Unidos estaba sobrevaluado, la economía del comportamiento no ha construido y presentado, por la vía positiva, un paradigma alternativo al de la EMH.
Tercero, el mismo Thaler acepta que, en alguna medida, la crisis que siguió a la quiebra de Lehman Brothers ha fortalecido al modelo EMH, en el sentido de que la competencia en los mercados financieros, no solo existe, es realmente gigantesca y es imposible ganarle sistemáticamente a estos mercados.
Cuarto, tanto ortodoxos como conductuales tienen una enorme tarea para entender otros temas cruciales de los mercados, como el riesgo sistémico o problemas como cambios drásticos en las correlaciones entre activos.
Sin duda, por esta escuela del pensamiento económico conocemos mucho más sobre el comport+amiento de los agentes económicos y, gracias a sus aportes, se fortaleció la política de regulación de los mercados después de la crisis de Lehman Brothers. Por esas mismas razones, asusta el irresponsable proceso de desregulación financiera que pretende implementar el gobierno de Donald Trump en Estados Unidos.
Santiago Montenegro
Presidente de Asofondos