Al calor de los sucesos más retorcidos e inimaginables, Colombia ha ocupado el lugar del país “más feliz del mundo” en cuanto a las incoherencias ofrecidas para sus habitantes en todos los segmentos de la vida. Desde aspectos sociales que no progresan por razonamientos extravagantes de legisladores que entorpecen el derecho fundamental de la vida buscando demorar decisiones intentando confundir con nuevos estudios a los estudios, pasando por aspirantes a Fiscal General hablando sobre la violencia intrafamiliar como un delito menor que “atosiga” a la justicia, hasta Gobernantes que llaman “retención” a un condenable y despiadado secuestro, la sociedad nacional tiene que padecer a diario centenares de “perlas” que nos avergüenzan como colectividad en derecho.
Y es que las denuncias que a diario escuchamos no son ajenas a ninguno de nosotros. Por ejemplo en el segmento crediticio, mientras una persona le apunta a un auxilio para vivienda en su caja de compensación y le dice a su empleador que le firme una constancia de que obtiene muy bajos ingresos para lograr calificar, esa misma persona debe hacer el trámite inverso, es decir, pedir una constancia de “solvencia económica” para ir a un banco y pedir el 80% del crédito que le hace falta para poder construir su sueño de vivienda propia.
El empleador de esta persona que le solicita dos cartas, una que demuestre que necesita el auxilio del gobierno y otra que demuestre que no necesita nada de nadie “para poder ser solvente con el crédito”, se encuentra en una disyuntiva moral en la que el mismo sistema lo pone, al calor de las obligaciones periódicas que el mismo gobierno le ha impuesto.
Ni hablar de los segmentos comerciales, en donde le hacen llenar un expediente completo a cualquier consumidor para obtener alguna línea celular o equipo, pero a la vuelta de la esquina, no ejercen con el mismo dinamismo y rigor los trámites para cualquier impostor que roba identidades, el cual simplemente con una cédula falsa, logra expedir lo que a cualquier persona decente le equivale mínimo 30 minutos entre reportes crediticios, repeticiones de huellas dactilares y la cara “diligente” del operador de turno.
La preventa, por otro lado, se ha convertido en el aspecto comercial más adulador para cada consumidor; de Magistrado no lo bajan cuando va a cotizar un carro. Le ofrecen representación, acompañamiento permanente y respaldo el resto de la vida si usted lo pidiera en ese momento, pero ¿no le ha pasado que en la post venta es cómo si usted hubiera peleado con el mismo vendedor que le prometió la luna?, ¿en dónde quedan las promesas, la diligencia y el acompañamiento?, ¿se ha dado cuenta que la garantía es la garantía más fiel de que usted va a tener que salir de pelea con ese comercio?
Las contradicciones no terminan. Entre deudores morosos que demandan a sus acreedores; mujeres víctimas de violencia familiar que denuncian, pero luego vuelven con su marido por el “amor infinito que se tienen”; pedófilos condenados a purgar sus penas con detención domiciliaria al lado de sus hijos; niños que mueren de hambre en un país que promulga igualdad; proyectos legislativos a favor de la vida que los hunden sus mismos promotores; y gastos millonarios y excesivos de un gobierno que se declara en “austeridad inteligente”, los colombianos hemos tenido que sobrellevar este tipo de exabruptos con justificaciones igualmente torpes e incoherentes.
No es justo con nuestros hijos dejarles una herencia de omisión y desaciertos en un país que dice estar buscando la paz a toda costa. Estos ejemplos son los que se ven, los que denuncian, los que amablemente surgen en una opinión pública que puede estarse volviendo insensible frente a su recurrencia inclemente, que al calor del debate, si pueden ser consecuencias de la “retención” pero mental de tantos goles que como patria nos hemos dejado meter.
Andrés F. Hoyos E.
Comunicador social y periodista
@donandreshoyos
Las contradicciones de la patria boba
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