La cuestión sobre la educación, esa que se aparta de los lugares comunes que la aclaman como ‘lo más importante’, debería centrarse en entender cuál es su razón de ser y qué quiere promover. Para empezar: la educación no deja de ser un aparato de ideas.
En la reflexión cotidiana y doméstica siempre cabrá la pregunta sobre cuál es el mejor colegio o universidad: ¿el que tiene buenos resultados? ¿El que cultiva la ciencia y la tecnología? ¿El que tiene una impronta fuerte en valores? o ¿El que se puede pagar? Toda familia afronta el momento en él que debe hacerse esas preguntas. La mayoría responde pronto, pues solo tienen una opción: el colegio público más cercano.
Unos años atrás, siendo secretaria de Educación de Antioquia, un buen hombre me dejó una lección que puso a prueba mi coherencia. Me dijo: “Si los funcionarios públicos tuvieran que educar a sus hijos en la educación pública, estoy seguro de que sería la mejor”. Entendí que no solo era un mensaje para los servidores públicos, sino para todos.
Aún pienso en esa sentencia. Nunca tuve hijos y siempre me pregunté si los habría educado en un colegio público colombiano. En esa opción de educación por la que he trabajado durante tantos años, en algunos casos con logros y, en muchos otros, con frustraciones. No me lo pregunto por los profesores, como se atreven algunos a afirmar, sino por las falencias estructurales del sistema, partiendo de su propia concepción. De hecho, la propia ley de educación –a la que es difícil encontrarle su intención– está diseñada para crear brechas.
Tal vez muchos no han leído esa Ley (la 115 de 1994) que regula la educación preescolar, básica y media de Colombia. Los invito a hacerlo en algún momento, les ayudará, sobre todo, a entender asuntos como las diferencias entre los colegios y la distancia entre la educación como servicio y como proyecto de formación.
La educación en Colombia está en crisis. Pero no por los paros, ni por los resultados en Pisa, ni por la reducción de presupuesto. Estos son síntomas de males mayores, pero la verdadera evidencia está en las calles, en la manera como discernimos y debatimos, en la polarización y el debate de baja altura y en cómo encaramos nuestras reflexiones éticas. Y no se trata de la educación pública: allí no estudiaron nuestros dirigentes.
Estoy cansada de hablar sobre la educación en Finlandia, porque esa no es la que necesitamos. Desde luego, queremos una educación de primer nivel para Colombia, que sea coherente y que, para empezar, tenga un objetivo: que garantice que los profesores sean valorados y que haga de nuestro país un territorio que aprende y educa. Es por eso que no es suficiente que una nación declare la educación como un derecho fundamental, si no se ha preguntado por la ciudadana y por el ciudadano que quiere formar. Ahí reside el verdadero propósito de la educación.
Claudia Restrepo
Exvicealcaldesa de Medellín
columnista
El ‘sin propósito’ de la educación
Para empezar: la educación no deja de ser un aparato de ideas.
POR:
Otros Columnistas
-
guardar
save_article.message.success_title save_article.message.successsave_article.message.success_updated_title save_article.message.success_updatedHa ocurrido un error al intentar guardar este artículo
- Reportar error
- Seguir economía
Lo más leído
Destacados
Más Portales
Nuestros columnistas
día a día
Lunes
martes
Miércoles
jueves
viernes
Camilo Sánchez
Inconveniente humo constituyente
Nuestra responsabilidad histórica está en evitar que cantos de sirena sigan dividiendo al país.
María Sol Navia V.
¿Ha logrado la mujer superar barreras?
Otros Columnistas
Importancia del agua en agenda empresarial
Gonzalo Gallo González
Shoganai - Gamán
Rafael Herz
Liviandad y crueldad
Camilo Herrera Mora
Fundador de Raddar
Críticos
Victor Muñoz
Emprendedor, investigador, analista
Rumbo al Armagedón en el 2026
Rodrigo Villamizar
Director Electra CDP
Colisión de tarifas e importación de gas: una bola de nieve social
La gente demanda es que bajen los precios de la electricidad que consumen.
Ricardo Santamaría
Analista
Hay María Corina para rato
La historia de estas elecciones en Venezuela es que quizás nunca lleguen a realizarse.
Cristina Vélez
Decana Escuela de Administración, Universidad Eafit