El 28 y 29 de octubre pasados se llevó a cabo la XXV Cumbre Iberoamericana en Cartagena, cuyo eje central de discusión fue la ‘Juventud, Emprendimiento y Educación’. Sin embargo, algunos temas como la crisis política venezolana, el ‘golpe blando’ en Brasil, la crisis de Haití, las pretensiones españolas sobre Gibraltar y el proceso de paz en Colombia, han sido objeto de algunas intervenciones de las jefas y jefes de Estado, sin que se lograse trascender la retórica con acciones puntuales.
Los maravillosos años de las cumbres iberoamericanas van quedado en el recuerdo. En sus primeras ediciones, la participación de los mandatarios de todos los países miembros era la regla y no la excepción. La cumbre que acaba de terminar en la Heroica, conjuntamente con la que se llevó a cabo en Panamá en el 2013, son las que más ausencias de mandatarios han presentado. Pero, ¿cuáles pueden ser las razones que explicarían la falta de participación de los presidentes en estos eventos?
En 1991 la Cumbre Iberoamericana realizada en Guadalajara (México) se gestó en un contexto internacional muy diferente al de hoy. La necesidad de España, Portugal y los países latinoamericanos de propiciar un espacio de concertación y cooperación bajo los lazos históricos, culturales, idiomáticos y sociales, conllevó a que se institucionalizara el vínculo transregional existente para promover acciones conjuntas.
El agotamiento de las cumbres puede comprenderse a través de diferentes factores. El primero de ellos sería la multiplicidad de foros de alto nivel como la Cumbre Unión Europea y América Latina y el Caribe, así como las propuestas regionales como la Celac, Unasur, CAN, Mercosur, Alianza del Pacífico y Sica, que generan diversas agendas y propuestas de acciones comunes, haciendo que los mandatarios tengan multiplicidad de opciones y prioricen su participación según sus propios intereses políticos. En efecto, desde el 2014, se optó para que las cumbres pasaran a ser reuniones bianuales en lugar de anuales, con el objetivo de captar la mayor atención entre los mandatarios.
No obstante, en Cartagena se constató que continúan primando las agendas nacionales de los países ausentes.
A raíz de la crisis financiera que afectó en mayor medida a España y Portugal, las cuotas han ido incrementándose paulatinamente entre los países latinoamericanos, pero la discrecionalidad y no obligatoriedad continúan determinando dificultades a la hora de planificar a largo plazo los proyectos iberoamericanos, constituyéndose como otro factor explicativo. En todo caso, cabe resaltar la importancia de la cooperación sur-sur y triangular en el contexto iberoamericano.
Una tercera causa puede ser la aparición de nuevos actores en la región que determinan la configuración de una arquitectura radial, o lo que algunos especialistas han denominado ‘Hug and Spoke’ de las relaciones económicas de los países de América Latina con otros como China, Rusia, Suráfrica e India. Muchos de estos acercamientos priorizan un pragmatismo económico más que otro tipo de vínculos basados en valores, como en Iberoamérica.
Como cuarto factor explicativo, podríamos encontrar los problemas internos políticos de los países miembros, que en ningún caso serían puestos a debate en escenarios multilaterales, más bien, siempre se ha dejado claro que en América Latina la interacción entre las naciones que implique cooperación política será siempre basada en el respeto irrestricto a la soberanía, la integridad territorial, la autodeterminación y la independencia de cada país.
Por último podría resaltarse el poco o nulo interés que suscitan las cumbres entre los ciudadanos de los Estados participantes. Las agendas, muchas veces, se alejan de los problemas o preocupaciones más comunes. El Barómetro Iberoamericano de Gobernabilidad resalta como principales problemas en Iberoamérica el desempleo, la inseguridad y la corrupción. Lamentablemente, las cumbres logran tener relevancia mediática por los curiosos momentos presidenciales, como el “por qué no te callas” del rey Juan Carlos al presidente Hugo Chávez, o el intercambio de corbatas entre José María Aznar y Fidel Castro.
Así las cosas, nadie pone en duda los lazos comunes de los países miembros, pero en sí, las cumbres como institucionalización del acervo iberoamericano tendrán que dinamizar sus agendas para que resulten útiles a sus miembros y, sobre todo, sean tangibles para los ciudadanos en un mundo en donde proliferan, cada vez más, las organizaciones regionales e internacionales. En el 2018 se llevará a cabo la XXVI Cumbre Iberoamericana en Guatemala, en dicho escenario, se deberá pensar en el futuro de las cumbres más que en su pasado cohesionador.
Alberto Castillo Castañeda
Miembro de Redintercol
columnista
¿Tienen futuro las cumbres iberoamericanas?
Nadie pone en duda los lazos comunes de los países miembros, pero, en sí, las cumbres tendrán que dinamizar sus agendas para que sean útiles.
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