A lo vertiginoso de los cambios en las estructuras comercial, productiva, financiera y tecnológica de la economía globalizada se agregan dos factores, uno de fluidez y otro de inestabilidad, que definen el entorno competitivo, haciendo que la flexibilidad estratégica se haya convertido en el factor clave de la competitividad. El elemento fluidez son las tercera y cuarta revoluciones industriales que vienen transformando no solo las estructuras/redes productivas/comerciales, sino también la cotidianidad y los servicios que en ella disfrutamos, en combinación con tres transiciones: el paradigma productivo tecnológico (niveles de integración comercial productiva y tecnológica) al de flexibilidad posindustrial; del liderazgo de la industria manufacturera al del sector servicios; de la competitividad basada en costos (economías de escala) a la de talento (estrategia).
Transformaciones ligadas a la misma revolución industrial (digitalización que ha colocado el talento para la innovación como el principal activo estratégico en la actual knowledge economy: Portafolio 21/1/16), así como a la dificultad para competir con China en costos (por sus economías de escala y sus costos laborales), lo cual impone escalar en valor agregado hacia la diferenciación basada en especificidades, diseño y calidad.
El factor de inestabilidad es la epidemia del populismo y sus efectos, vía Trump, sobre la estabilidad de instituciones (acuerdos de París, tratados comerciales y de Basilea) y de las estructuras económicas (redes comerciales y sistemas de producción internacionalmente integrados). En varias columnas he venido destacando los desastrosos efectos de esa epidemia sobre la estabilidad de la economía global, señalando que, aunque esta reacción contra la globalización excluyente era de prever, la ignorancia de Trump (no solo atrevida, sino peligrosísima, combinada con el poder del presidente del mundo) está desestabilizando instituciones o profundizando conflictos (sunita vs. chiita, lo que hará imposible la paz en Siria/Irak, y confrontación con Irán) de una manera que afecta mercados (precios) y planes empresariales de inversión (vía incertidumbre).
Esa inestabilidad agregada a la ya inherente y a la dinámica reciente de la economía internacional, que no logra recuperarse del todo del impacto de la crisis financiera (Estados Unidos no despega, China frenada y Europa, salvo Alemania, y Japón postrados), viene involucrando el fin del ciclo expansivo acelerado en China, el cual ha contribuido a la recesión y el colapso en los exportadores de commodities, junto con un ciclo de largo plazo de los precios de estos, la agudización de la inequidad y el estancamiento de la inversión y de la productividad.
Volviendo a la fluidez, que requiere un énfasis en la competitividad estratégica (capacidad de ajuste y respuesta), más que en la de precios, lo que hace más de tres décadas Piore y Sabel anunciaron como la transición al nuevo paradigma posfordista, en el cual la especialización flexible reemplazaba la producción en masa, se profundiza ahora con la fuerza incontenible de la combinación mencionada de la tercera y cuarta revolución y la profundización de la globalización tecnoproductiva.
Mirando los esquemas cooperativos en los distritos industriales de Italia norte central (similares a los alemanes y taiwaneses) y los keiretsus japoneses, ellos detectaron la transición de la competitividad basada en precios/costos (economías de escala) a la estratégica basada en flexibilidad, diferenciación, calidad, diseño. Esto sobre la base no de grandes plantas, sino de sistemas inteligentes capaces de responder ágilmente a las veleidades del mercado, gracias a las tecnologías (entonces, la maquinaria de control numérico computadorizado).
Lo que fue una caracterización audaz es hoy realidad generalizada y contundente, y más importante, ineludible a la hora de analizar y diseñar estrategias competitivas. Más aún, con la cuarta revolución y su combinación de social media, internet de las cosas, big data, movilidad y la nube, que están transformando con radicalidad, sin precedentes de tormenta de creación destructiva (Schumpeter), no solo el funcionamiento económico, sino el social.
Como lo destaqué en Portafolio (21/1/16), los retos son enormes y requieren agilidad y resiliencia estratégicas para navegar exitosamente la complicada turbulencia que genera incertidumbre y riesgo, y que necesitan unos niveles de información (monitoreo) e inteligencia (análisis) estratégicos nuevos. El diseño de estrategias de desarrollo empresarial y productivo requiere, en estas condiciones, que sus gestores sean capaces de conceptualizar tanto el contexto global como las alternativas estratégicas de respuesta a este contexto, con el fin de que las organizaciones que lideran puedan ajustarse a tan compleja coyuntura. En lo cual privilegiar la innovación y el talento abre posibilidades tanto para dicha respuesta empresarial (en la cual estrategia, no tecnología, guía la transformación digital) como para formas de acción colectiva que potencian el impacto de esa respuesta.
Ricardo Chica
Consultor en desarrollo económico.
Competir en un entorno global fluido e inestable
Los esquemas cooperativos en los distritos industriales de Italia, detectaron la transición de la competitividad basada en precios/costos.
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