Un Estado se considera legítimo cuando administra, de manera exclusiva, los impuestos, la justicia y el estamento armado. Es decir, cuando detenta tres monopolios básicos: tributación, justicia y la violencia (legítima) que se ejerce desde las instituciones con estricto apego a la Constitución y la ley. La importancia del monopolio de las armas radica, entre otros, en que sin este los demás pueden quedar en entredicho como ha sucedido en muchas regiones del país.
La entrega de armas por parte de las Farc con la supervisión de las Naciones Unidas es un paso enorme en la consolidación de ese propósito (tal cual se espera de los diálogos con el ELN), en igual sentido que lo fue el desarme de grupos paramilitares con la supervisión del gobierno Uribe. No obstante, de lado y lado, mucho se ha hablado en Colombia sobre los costos diferenciales de ese objetivo, como si pudiera considerarse en alguna medida optativo. Qué estaría dispuesto a pagar un país por ese monopolio, es una pregunta cuya respuesta puede hallar luces en el caso Altalena, un ejemplo de los ‘sacrificios’ a que da lugar la apreciación del monopolio de las armas como valor nacional.
En junio de 1948, un mes después de la proclamación del Estado de Israel, existían dos aparatos armados bajo la misma bandera: la fuerza institucional (Fuerza de Defensa de Israel - FDI) sujeta a la dirección del gobierno de David Ben Gurion, y un aparato armado que, levantado con antelación contra los árabes y la ocupación británica, no se reconocía como parte de la fuerza legítima del naciente Estado. Esta agrupación paramilitar conocida como Irgun, impedía la consolidación del monopolio de las armas en un solo ejército. Como aparato armado independiente, Irgun fletó clandestinamente desde Francia un barco cargado de armas, el Altalena, que fue descubierto por las Fuerzas de Defensa cuando llegaba a las playas de Tel Aviv. La determinación de Ben Gurion, como jefe de Estado, fue categórica: la confiscación de las armas o el hundimiento del Altalena con ellas a bordo. Ante la negativa de su entrega por parte de Menajem Begin, dirigente de Irgun, el Altalena fue bombardeado y destruido el 21 de junio de 1948 dejando una veintena de soldados muertos, tres de ellos de las FDI.
El cargamento del Altalena hubiera servido para los fines de los israelíes en lo que respecta a la defensa de un Estado en consolidación, rodeado y permeado por fuerzas hostiles. Pero, en términos de la estimación de sus costos, Ben Gurión consideró que las armas en manos de grupos armados independientes de la fuerza legítima, aun combatiendo un enemigo común, representaba tal nivel de riesgo que resultaba preferible enviarlas al fondo del mar.
Esta referencia histórica resulta oportuna en el sentido que el monopolio de las armas no puede considerarse optativo. Sin distingos de su apropiación por bandos contrarios o aun por aparatos armados que pretendan la eliminación del mismo enemigo, el monopolio de las armas es esencial en la legitimación del Estado. Por eso toda medida que apunte a la consolidación de este debe ser ponderada como un fin nacional, no dependiendo de qué tan amigas o enemigas resulten las fuerzas ilegales.
Diego Rengifo L.
Profesor universitario