El honorable recinto supremo de Colombia para establecer la legislación nacional nuevamente es adornado con las buenas maneras de algunos senadores que decidieron dar un debate por el plebiscito luego de que una mayoría de colombianos votó por la respuesta que mejor consideró. Entre los tonos líricos de la senadora Claudia López con su ya sabida sutileza, los adornos conceptuales y la ternura de la senadora Paloma Valencia, la ecuanimidad y aplomo del senador Iván Cepeda y otros cuantos estandartes de las buenas costumbres, decidieron lanzar el segundo tomo de los poemas de Roy con el auspicio inmaculado y la coherencia sobre la paz.
Mientras la opinión pública aún se ocupa de los edificantes debates en redes sociales sobre el Nobel de Paz sin paz, el Consulado otorgado a “toda una vida” a nuestro Carlos Calero, los baños mixtos en las Universidades, o si a James “le da muy duro” la prensa española; algunos de nuestros honorables representantes decidieron encender el micrófono para declamar unos bellos símiles a la paz que tanto hemos promulgado por estos días.
Desde el momento en que se tergiversó una campaña a favor de algo que no era cierto vendiendo un futuro oscuro y demoniaco sino se aprobaban unos acuerdos, pasando por una campaña que ganó, cuyo Gerente de forma grotesca promulgó su triunfo con machete en mano; los colombianos hemos sacado nuestro don promiscuo de sabelotodo para pintar nuestros muros sociales con diferentes y trascendentales opiniones que bien o mal y al pasar de los días, se dilatan entre los Consulados y partidos de fútbol que al calor de un buen caldo de gallina empatan los sueños de un país cortoplacista.
No está mal que la opinión pública tenga esas características dadas a la ponencia y a la búsqueda de la verdad a partir de varios conceptos o debates por chats con la familia, redes, o reuniones sociales; finalmente parte de la comunicación es la interacción de abstractos para generar un concepto cercano a algo. Eso que nos pase a nosotros, mortales de “la calle” que sin el aval de partidos políticos, y sin tener que representar a nadie más que a nosotros mismos, podamos darnos el lujo de hablar de la vida de Jaider Villa, o la furia de Yoli Pulecio para decir que ella fue la primera que se enteró del nobel de paz porque estaba en Europa mientras nosotros dormíamos; pero nuestros honorables representantes, pilares del conocimiento, voceros de la legislación, doctores de los doctores, ¿fomentando un debate de algo ya votado, con el rencor a flor de piel sobre el principio fundamental de la paz?
No es coherente que mientras un país, por decisión propia busca la paz, no sólo con las FARC, sino también con el ELN; las Bacrim; las EPS; el sistema educativo; el hambre en la Guajira; la pobreza en Chocó, en Buenaventura y un centenar de municipios de Colombia; miles de “casas gratis” sin poder viajar de Bogotá a Leticia por tierra porque no existe una carretera; la interminable corrupción; la colusión en licitaciones; la cartelización; la horrenda prestación de servicios de telefonía móvil; los fallos constantes de los bancos; las tasas de interés; entre muchos otros Karmas de los cuales sobrevivimos, varios de nuestros honorables senadores de forma grotesca y vulgar, emitan sus conceptos y diferencias como quinceañeras eufóricas al calor de un par de whiskys mal tomados.
Es una vergüenza nacional, que se convoque y vote un plebiscito y todavía se estén dando debates de los resultados del mismo a casi quince días de que el pueblo hablara. ¿Acaso la paz no es urgente?, ¿Acaso la paz no empieza por el decoro y el comportamiento de cada quien desde sus oficios?, ¿Acaso el plebiscito sirvió para destapar la peor porquería nacional a expensas de la paz?
Es muy grave que este tipo de rencores viscerales, lenguajes vulgares y actitudes beligerantes se exalten en el honorable recinto de personas que en teoría deben dar un ejemplo equilibrado de las normas y las leyes. Deja mucho que pensar que quienes más beneficios tangibles obtienen por velar por las leyes y el equilibrio, sean quienes con rencores, gritos y descalificativos se refieran a sus pares con el fin de generar un debate.
Nos estamos convirtiendo en el patio trasero de la senadora que más grite, la que peor se vista o el que más descalificativos reúna sobre sus contradictores políticos. Dan vergüenza esos debates insanos, dan vergüenza las sillas vacías y sobretodo dan vergüenza esos sueldos, para alguien que simplemente madruga a cultivar odios y rencores profundos en un país que lo único que necesita es paz.
Andrés F. Hoyos E.
Comunicador social y periodista
@donandreshoyos
opinión
El honorable Senado se viste de prosa
Es una vergüenza que se convoque y vote un plebiscito y todavía se estén dando debates de los resultados del mismo.
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