Con anterioridad he escrito artículos para este diario sobre cómo lograr que los colombianos elijamos buenos gobernantes, y ahora lo hago de nuevo porque las elecciones presidenciales que se avecinan revisten una gran importancia, pues se trata de escoger a la persona que regirá los destinos de Colombia durante los próximos cuatro años, quien deberá tener la experiencia necesaria para enfrentar los grandes retos del posconflicto, así como los relacionados con la continuación de los proyectos de infraestructura vial, portuaria y aeroportuaria, amén de la construcción de viviendas tipo VIS, que en buena hora inició el actual gobierno.
Por ello, al decidir por quién votar en los comicios venideros, debemos analizar cómo se ha desempeñado cada uno de los candidatos que aspiran a la presidencia de la República en los cargos que han ocupado previamente. Quienes no lo han hecho bien no deberían recibir el respaldo del electorado, ya que un buen gerente no se hace de la noche a la mañana.
Por eso resulta inexplicable que el candidato Gustavo Petro registre una medición tan importante en las encuestas, pese a que su paso por la Alcaldía de Bogotá ha sido muy mal calificado por todos los analistas políticos y financieros.
No podemos olvidar el caos que se generó cuando pretendió que la Empresa de Acueducto y Alcantarillado asumiera la recolección de basuras, labor que venía siendo eficazmente realizada por varias empresas privadas. Los destartalados camiones de recolección de desechos, de segunda mano, que ordenó importar de Estados Unidos y que aún permanecen abandonados en patios, son testigos fieles de ese despropósito.
Pero más sorprendente aún es que tantas personas crean en algunas de sus propuestas, como la de reemplazar la energía generada con combustibles de origen fósil por la solar o eólica, lo cual suena muy loable y atractivo, pero la realidad es bien distinta porque para reemplazar la energía que generan las plantas térmicas que funcionan con carbón o petróleo, equivalente a aproximadamente el 30% del total nacional, se requeriría invertir sumas cuantiosísimas y tardaríamos muchos años en lograrlo.
Además, su propuesta para cambiar las exportaciones de petróleo por las de aguacates es verdaderamente descabellada ya que con ello el país nunca podrá alcanzar el monto que recibe por sus exportaciones de petróleo, que el año pasado, con los precios más bajos de los últimos años, representó US$13.000 millones. En comparación, México, el mayor exportador de aguacates del mundo, en el 2017 solo logró ingresos por cerca de US$3.000 millones derivados de ese concepto.
Tampoco es viable la propuesta de adquirir las tierras del Ingenio del Cauca para parcelarlas y entregarlas a pequeños agricultores para que siembren aguacates y piñas, porque la variedad Hass, que es la única que tiene acceso a los mercados internacionales, en estas latitudes requiere ser sembrada en alturas de más de 1.800 metros sobre el nivel del mar, muy por encima de los 1.000 metros que tiene el valle geográfico del río Cauca, y la piña precisa de inversiones de $60 millones por hectárea, lo cual hace inviable este cultivo para esos pequeños agricultores.
Ernesto De Lima
Presidente de la Organización De Lima.