No. El aguacate no es más importante que el petróleo para Colombia. No lo es para sus finanzas, sus exportaciones, crecimiento económico y desarrollo. Eso no significa que el país no pueda llegar a ser un productor importante de aguacate, pues están dadas las condiciones para serlo. Pero no en reemplazo de los hidrocarburos, cuya demanda crece y son estratégicos para el país, sino como complemento de estos y otros bienes.
Colombia no es Estados Unidos o Arabia Saudita, los principales productores de crudo, pero tiene petróleo y gas, y su desarrollo en los cien últimos años ha estado ligado al de la industria. Y en las últimas dos décadas ha sido determinante, al punto que llegó a representar la mitad de las exportaciones, el 23 por ciento de los ingresos fiscales y dos puntos de su crecimiento económico; sin contar los dividendos de Ecopetrol y las regalías.
No hay otro sector de la economía en igualdad de condición para aportarle caja al país. Solo en impuestos entre el 2005 y el 2015 aportó 200 billones de pesos y este año, luego de la crisis, se estima que aporte entre 10 y 13 billones en impuestos y regalías, además de 3,3 billones en dividendos de Ecopetrol (2017) ¡Treinta empresas petroleras aportan en renta lo mismo que las 3.000 que le siguen, o que 2 millones de personas naturales!
Sin recabar en su importancia para la seguridad energética e incluso para el empleo. El 30 por ciento de la generación eléctrica es con gas y más de siete millones de hogares, en especial de bajos recursos, usan gas natural. Y si bien esta industria no es intensiva en empleo (140 mil en el 2012 y 78 mil en el 2016 -plena crisis-) lo es su encadenamiento. No en vano contrató en bienes y servicios 35 billones de pesos en el 2012 y 13 billones en el 2016.
Respecto del aguacate, es una de las frutas de mayor demanda a nivel mundial. En el 2017 se consumieron cinco millones de toneladas, en especial EE. UU. y Europa: 95 por ciento es de variedad Hass (más pequeño y de piel oscura y arrugada). El mayor productor es México, le siguen Chile y República Dominicana, aunque Chile ha disminuido su producción, pese a que la demanda crece, en particular en Europa.
Colombia ha visto entonces, y con razón, una oportunidad de oro en el aguacate Hass. La producción nacional ha crecido en siete años hasta alcanzar 78.000 toneladas y en el 2018 se estiman exportaciones cercanas a 60 millones de dólares. Cifra modesta comparada con las exportaciones de petróleo y sus derivados (13.000 millones de dólares, 2017), o café (2.379 millones de dólares en el 2016), pero muy importante y con un incremento progresivo.
Pero para que el aguacate, incluidas todas sus variedades, reemplace el valor de las exportaciones de petróleo del país es necesario sembrar 1,4 millones de hectáreas y producir en ellas 3,5 veces más aguacate que la producción mundial. Lo anterior suponiendo que la inundación de producto no colapse los precios y arruine el negocio. ¡Colombia tendría que pasar de 332 mil toneladas de aguacate a más de 17 millones!
Pero no se trata de escoger. Debe impulsarse la agricultura y entre ellas el aguacate, en el que hay una oportunidad. Pero no en detrimento o como sustituto de otros bienes que sean competitivos, incluido el petróleo y el gas. Un país no crece destruyendo, sino creando riqueza, y si algo ha demostrado la industria petrolera en cien años es que ha sido, es y debe ser un instrumento de desarrollo. Incluso para producir más aguacate.
Francisco José Lloreda
Presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo