Tengo la convicción de que la humanidad está atravesando una verdadera revolución ambiental que resolverá –mediante una mezcla de cambios de hábito de consumidores, avances tecnológicos y liderazgo empresarial– aquellas inquietudes que, hoy en día, plantean un riesgo latente, incluso de supervivencia, para las futuras generaciones.
Las cifras son aún desalentadoras y la falta de liderazgo y consenso en el oficialismo internacional preocupan, pero el cambio se está dando, y no a modo impositivo, sino como una reacción natural de los mercados. Colombia no es la excepción.
Las empresas están poniendo más empeño que nunca en encontrar resultados palpables a la problemática ambiental y en consolidar buenas prácticas de gestión sostenible.
La sociedad, por su parte, es cada vez más consciente de su responsabilidad, no solo por sus hábitos de comportamiento, sino también por lo que demandan como consumidores. Y los estamentos públicos activamente están buscando soluciones ambientales en materia regulatoria.
Ahora bien, a pesar de los avances y cierto grado de alineación de consensos, es evidente que queda mucho por hacer. Entre las diferentes ramificaciones de la agenda ambiental, resalto la economía circular y me concentro en el caso de los plásticos. La economía circular no es otra cosa que aprovechar al máximo la vida de los recursos.
Para dinamizar las economías circulares, se requiere fortalecer los diferentes eslabones del ciclo de vida de los productos, que incluyen: (i) priorizar el eco-diseño, tanto en la materia prima utilizada como en las condiciones de reciclabilidad del producto; (ii) arraigar en los hogares una cultura de separación de residuos; (iii) facilitar, promover y visibilizar el rol fundamental de los recicladores; (iv) buscar más soluciones al acopio de materiales recuperables, y (v) incentivar el desarrollo empresarial y la inversión en maquinaria y tecnología para dinamizar los mercados de reciclaje y de conversión de materia prima recuperada.
De acuerdo con cifras de la Secretaría Distrital de Hábitat, Bogotá recicla aproximadamente el 17% de sus residuos sólidos, lo que lleva a que mensualmente ingresen al relleno sanitario Doña Juana 189.238 toneladas de residuos no aprovechados.
En contraste, en Alemania tan solo el 2% de los residuos terminan en el relleno sanitario; en Holanda casi la totalidad de sus residuos sólidos son aprovechados como materia prima; en países como Austria, Bélgica o Suiza, la tasa de reciclaje es superior al 50%, y en Dinamarca, el 5% de su demanda de electricidad y el 20% de sus necesidades de calefacción se suministran con materiales reciclados, en este caso de plástico.
El primer paso para acercarnos a estos referentes internacionales es fomentar la cultura y la educación ciudadana. Instaurar entre los consumidores una conciencia ética con el ambiente, de manera que separar adecuadamente los residuos del hogar, al menos entre orgánicos o no reciclables, y reciclables (metal, papel, plástico y vidrio), se convierta en un hábito y una obligación moral, que prescinda de multas o castigos.
Una propuesta para avanzar en esta dirección es que las bolsas para llevar productos de los establecimientos comerciales o ‘bolsas de mercado’, tengan dos colores, por ejemplo verde y gris como existe en Brasil, de modo que quienes reutilicen estas bolsas para depositar sus residuos, ya cuenten con esta facilidad en el momento de hacer la separación. Esta estrategia se complementaría con campañas masivas para educar al consumidor en buenas prácticas de gestión de residuos en el hogar.
Al mejorar los hábitos de los hogares en la separación de sus residuos, se hace mucho más eficiente y efectivo el trabajo de los recicladores, quienes constituyen un eslabón fundamental en el cierre de ciclo de los productos y juegan un papel que debe ser más valorado y reconocido por la sociedad.
Una vez los recicladores recolectan los residuos recuperables y los trasportan a los centros de acopio, pasamos al siguiente eslabón, que corresponde a la compra del material para adecuarlo y transformarlo en materias primas para las industrias convertidoras.
Con el fin de promover este eslabón, se propone que, así como ocurre con el papel y el cartón, el IVA generado por la venta de productos plásticos para reciclar, sea retenido en un 100% por la empresa que lo compra y utiliza como materia prima. El impuesto generado daría derecho a impuestos descontables en los términos del artículo 485 del Estatuto Tributario.
A su vez, se requiere simplificar y agilizar los trámites para obtener los beneficios tributarios por inversiones ambientales. Por ejemplo, actualmente las importaciones de maquinaria o equipos destinados a reciclar y procesar basuras o desperdicios no causan el impuesto sobre las ventas. Sin embargo, el procedimiento ante el Ministerio de Ambiente es engorroso y demorado.
Como complemento a lo anterior, proponemos destinar montos sustanciales de recursos en convocatorias de entidades como Colciencias, Innpulsa o Bancóldex, para financiar inversiones en desarrollos tecnológicos que busquen soluciones innovadoras a la recuperación de residuos y su reutilización como opción de negocio viable, rentable y sostenible.
En el caso de los plásticos, la mayoría de materiales y aplicaciones sobre reciclables, y pueden ser negocio.
Una vez el material reciclado se convierte en materia prima y, posteriormente, se transforma en un producto –diseñado para facilitar su reciclaje en una siguiente ronda– y este es vendido al consumidor final, vuelve a iniciar un nuevo ciclo.
De esta manera, con la participación de todos y entendiendo que la sostenibilidad es negocio, se puede avanzar hacia modelos de economía circular.
Daniel Mitchell
Presidente de Acoplásticos
Hacia una economía circular
De acuerdo con las cifras de la Secretaría Distrital de Hábitat, Bogotá recicla aproximadamente el 17% de sus residuos sólidos.
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