Anuj tiene 35 años y habla bastante bien español. Viaja por el mundo desde hace 3 lustros vendiendo telas de primera calidad. Se siente orgulloso de su país, India, y de sus tradiciones. La última vez que nos vimos me contó que se casó hace un par de meses con Ekta, también india. Para mi sorpresa me explicó que se trataba de un matrimonio “arreglado”, es decir, una boda en la cual sus padres escogieron la novia con quien debía casarse, como es tradición en el hinduismo.
Quise seguir preguntando y nuestra conversación se prolongó un buen rato. Me dijo que se sentía muy contento y que en su país el 65 por ciento de los matrimonios arreglados funcionan bien y son felices. Sus amigos más cercanos participan de esa misma tradición y no parece asomarse ninguna señal de frustración o pérdida de autonomía. Anuj está convencido de que la experiencia y criterio de los padres es garantía para el buen resultado de la relación.
En pleno siglo XXI, jóvenes y emprendedores, no tienen reparos en delegar una de las decisiones más importantes de su vida. Se trata de una libertad que no necesitan, que no desean. No tenerla no limita sus expectativas. Al contrario, les da tranquilidad y seguridad.
Diversos estudios señalan que los asiáticos creen tener menos capacidad de influir sobre los demás y que el destino tiene un peso mayor en cómo se desenvuelven los acontecimientos. En el ambiente empresarial occidental, tener más opciones como empleado se considera fundamental para estar motivado y demostrar las capacidades. Ser dirigido o controlado en los detalles por el jefe genera frustraciones personales y profesionales. En países como Japón o Corea, el peso se pone en mayor medida en los beneficios de la organización como un todo, y ello implica con frecuencia dejar las decisiones en manos de los mayores o más experimentados.
Según la Encuesta Mundial de Valores, en Europa, en donde hay partidos socialistas fuertes, más de la mitad de las personas creen que el ingreso está determinado por la suerte. En Estados Unidos, donde existe una cultura que considera que cada individuo se labra su propio destino, esta cifra es solo 30 por ciento. Para buena parte de quienes creen en la autonomía y la libertad, el éxito o el fracaso depende de los actos individuales y de la forma como se elige y se toman las decisiones.
La historia de Anuj y Ekta no solo plantea la pregunta acerca del valor de la libertad, sino también en qué medida ser más libres o tener más opciones nos hace más o menos felices.
Cuando de manera infantil jugamos ‘tin marin de do pingué’ o ‘piedra, papel o tijera’, buscamos la ruta más fácil de resolver una confrontación entre dos opciones con un peso similar. Dejamos al azar lo que no queremos decidir por nosotros mismos. Preferimos que otro decida, para aliviar el peso de la decisión. En otras palabras, preferimos menos libertad para ganar tranquilidad.
Sin embargo, ante los demás defendemos a muerte nuestra libertad, nuestra capacidad de tomar decisiones. Quizás ponemos demasiado énfasis en la opción de decidir y negamos el espacio que la serenidad tiene para hacernos felices. La sonrisa de Anuj es la de un hombre feliz, aún a costa de ser menos libre.
Jaime Bermúdez
Excanciller de Colombia
jaimebermu@gmail.com
La suerte de Anuj
Cuando de manera infantil jugamos ‘tin marin de do pingué’ o ‘piedra, papel o tijera’, buscamos la ruta más fácil de resolver una confrontación.
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