La Colombia de verdad, la que está más allá de las grandes ciudades y de la que solo aparece en los titulares de prensa cuando se producen desastres naturales, es a donde hoy tenemos que mirar. No es un secreto que las inversiones que hagamos en el sector rural serán fundamentales para construir y cimentar esa paz duradera que tanto anhelamos. Por eso es importante articular todos los mecanismos para lograr que la inversión pública y privada realmente llegue a esos colombianos que más lo necesitan, pues, la verdadera reconciliación se siembra en la Colombia rural y se cosecha cuando se combate con firmeza la desigualdad social.
Pero, ¿cómo logramos que los casi 13 millones de colombianos que viven en el sector rural dejen de ser los marginados y pasen de actores de reparto a protagonistas? Hay muchos caminos, pero uno de los más seguros y eficientes es el de la inclusión financiera a través de los Fondos de Inversión Colectiva, así como de esquemas de ‘Microfiducia’ (dentro del marco genérico de las microfinanzas), que, en esencia, permiten que los recursos públicos y privados lleguen a los campesinos, especialmente a los más pequeños, para que puedan hacer realidad su proyecto productivo.
Con estos mecanismos se pueden beneficiar esas comunidades rurales que, aunque tienen todo el entusiasmo, las ganas y el potencial de su trabajo, no cuentan con un apoyo ni tienen un respaldo económico, pues actualmente están por fuera del sistema financiero. Permiten, igualmente, crear las condiciones para que haya un gana-gana, para que con la suma de esfuerzos se multipliquen los resultados y se mejore la calidad de vida de los que más lo necesitan, en un momento sensible e importante para el país, pues cualquier decisión que se tome ahora, va a tener grandes repercusiones en el futuro.
La microfiducia es la mejor alternativa para cambiar las condiciones sociales en el campo y motivar a los emprendedores del agro a que no abandonen su tierra, y desde ella sigan labrando mejor su futuro. Un vehículo fiduciario bien administrado es garantía de buenos resultados, más en el sector agropecuario en el que la prioridad es construir tejido social.
Sin embargo, no es una tarea fácil. La microfiducia, tal como ocurrió con el microcrédito en su momento, requiere de inversión, tecnología diferencial, capacitación e innovación, por lo que demanda grandes esfuerzos que, en la mayoría de veces, no son recompensados en el corto plazo. Por ello, los actores públicos son los que están llamados a ser pioneros y a abrir camino para que el sector privado pueda sumarse en el mismo propósito.
Pero es aquí cuando debemos asumir nuestra tarea, desde la órbita de influencia pública o privada que nos sea propia, y trabajar con hechos por una Colombia que vea en la inclusión financiera, en general, y en la microfiducia, en particular, la fórmula para avanzar.
Los retos son enormes, pero las oportunidades también. Por eso, urge hacer el esfuerzo para lograr que este mecanismo fiduciario, con pocas rentabilidades económicas para el sector pero con muchas sociales para el país, se conozca, llegue a las poblaciones que más lo necesitan, crezca, se afiance y genere lo que más nos debe importar hoy: el desarrollo del campo, que, en últimas, es el desarrollo del país. Un largo camino empieza por el primer paso. ¡Adelante!
Luis Fernando Cruz
Expresidente de Fiduagraria
Fiducia para el campo
La microfiducia es la mejor alternativa para cambiar las condiciones sociales en el campo.
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