La incorporación de tecnologías de información y comunicación ha sido una de las principales apuestas para la dinamización escolar y el mejoramiento de la calidad educativa en el mundo entero. Esta situación se explica, en buena medida, por la necesidad que tiene la escuela actual de formar a los ciudadanos no solo en saberes específicos, sino en una serie de competencias propias del siglo XXI.
El caso colombiano no ha sido la excepción a dicha perspectiva. Las políticas públicas nacionales han hecho un importante esfuerzo para incluir el tema de las tecnologías en las prácticas escolares. Así, por ejemplo, en el último año, el Programa Computadores para Educar, liderado por el Ministerio de las TIC, ha entregado más de 100 mil tabletas y 25 mil computadores. No es gratuito, entonces, que el presupuesto de programas como este supere los 190 mil millones de pesos en el 2016.
Concretamente, estas importantes inversiones han llevado al país, en cinco años, a pasar de 20 a 7 niños por computador, muy cerca de Perú y Chile donde esta relación es de 6. Sin embargo, y a pesar de ser hoy el cuarto país de la región con mejores indicadores de cobertura en equipos tecnológicos, Colombia no logra evidenciar un modelo integrado que posicione a la tecnología como promotor de educación de calidad.
La pregunta que surge entonces: ¿por qué estas inversiones no han logrado ‘mover la aguja’ más claramente en lo que a calidad se refiere? Este cuestionamiento, más que una respuesta concreta, evidencia grandes retos en nuestra manera de concebir e integrar las TIC en el sistema educativo, no como un asunto instrumental, sino como un mecanismo estratégico de dinamización pedagógica, de gestión organizacional y de relacionamiento efectivo con las comunidades educativas tanto internas como externas.
Mientras se siga pensando que los computadores, por sí solos, pueden mejorar los niveles de aprendizaje y logro, se está desconociendo la realidad misma de la escuela. Es necesario entender que deben desarrollarse acciones de formación docente en el uso pedagógico de las tecnologías digitales, perder el miedo a la integración de dispositivos tecnológicos en el aula, integrar estos elementos a la gestión organizacional, desarrollar escenarios de encuentro entre diversos actores educativos, y sistematizar e intercambiar saberes producidos dentro y para la escuela.
La calidad educativa requiere, sin duda, de las TIC. Pero la dotación es apenas una de las variables. El reto principal es lograr que las tecnologías acompañen los diversos ámbitos de la gestión escolar, reconociendo que no se trata solo de ‘usar’ computadores, sino de apropiar las potencialidades de estos equipos para propiciar modelos de gestión escolar integral. De lo contrario, solo se logrará que las altas inversiones que hace el país en TIC para la educación suplan parcialmente un retraso evidente en la formación de las competencias que requieren nuestros ciudadanos del siglo XXI. Y ¿cuál es entonces la propuesta? Un grupo de fundaciones queremos presentar una. Por ello, volveremos sobre el asunto en otra oportunidad.
Rafael Aubad López
Presidente de Proantioquia
columnista
Mejores escuelas: no solo tecnología
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