En cinco años, Colombia pasó de recibir un millón de visitantes año a seis millones. Tal auge ubica el turismo como segunda fuente de divisas, en gran parte por el paso histórico que dimos al buscar una salida negociada al conflicto armado, facilitando la llegada a lugares que antes resultaban inimaginables.
Nuestra riqueza en biodiversidad, es un gran atractivo. Que muchos quieran visitarnos tiene que ver con nuestras especies naturales, paisajes, ríos y montañas. A pesar de los contextos negativos ligados al conflicto y sus factores asociados (cultivos ilícitos, explotación ilegal de los recursos naturales), aún hay mucha riqueza por descubrir y, sobre todo, por cuidar. Colombia es el segundo país más biodiverso por km cuadrado en el mundo, pero nos falta mucho para entender qué tenemos, cómo cuidarlo y cómo aprovecharlo.
Por eso celebramos iniciativas en pro de resaltar y proteger nuestra biodiversidad. El Instituto de Investigación Alexander von Humboldt publicó el libro Biodiversidad 2017, con el estado actual y las principales tendencias de la misma a nivel continental. Igualmente, el Grupo Argos con la Colección Savia Botánica, que describe el paisaje botánico del país por regiones, es un novedoso inventario con toda rigurosidad científica, pero cercanía lectora.
Pero, sin duda, Colombia BIO, programa de Colciencias con apoyo del PNUD, merece un reconocimiento especial. Se trata del trabajo de cientos de investigadores, quienes juntando como coinvestigadores a comunidades y excombatientes de las Farc, buscaron entender a fondo las grandes virtudes, pero, al mismo tiempo, las amenazas, a nuestra biodiversidad. Un proyecto inédito que comenzó hace dos años y que hasta ahora ha ejecutado 20 expediciones. Gracias a estas, se ha llegado a regiones que por el conflicto era imposible visitar. Sobre su impacto mencionemos que el promedio de descubrimiento de especies para la ciencia en el mundo es de cinco al año, y con estas expediciones la cifra de Colombia llegó a 120.
Entre las expediciones y como ilustración del conjunto, quiero mencionar la expedición Anorí, liderada por Eafit, región que aún conserva el bosque húmedo tropical nativo y un ecosistema sano para especies como el oso de anteojos. El frente 36 de la guerrilla de las Farc lo usaba como corredor de guerra, y desde entonces no ha sido fragmentado. Allí se encontraron tres nuevas especies: una orquídea, una palma y un ratón. La paradoja: al salir las Farc y no hacer presencia integral el Estado, por la presión del crimen organizado están en riesgo de deforestación 52 mil hectáreas. Y así en varios lugares.
Ahora necesitamos que este trabajo continúe. BIO 2.0. Que evolucionemos de los diagnósticos hacia las instituciones comprometidas, con un rol de la universidad en la protección y cuidado constante de los ecosistemas. Que junto con las comunidades y los excombatientes se logre capacidad instalada para seguir investigando, pero también para aprovechar y cuidar sosteniblemente.
¿Por qué no diseñar un programa, BIO 2.0, con las universidades? Cada una en el ecosistema que identificó se encarga de desarrollar estrategias para su uso responsable, monitorear sus cambios, alertar sobre sus amenazas, y, en fin, ser parte activa de defensa de nuestra biodiversidad. La mayoría de corporaciones autónomas son un fracaso en ese sentido. Ahí hay recursos para estos asuntos estratégicos.Y, seguramente, muchas empresas privadas y públicas apalancarían tal programa. Esta sí sería una movilización concreta de los mejores sabios. No hay que buscarlos en otra parte.
Rafael Aubad L.
Presidente Proantioquia