Soy un obsesivo de que la vida es una suma de pequeños pasos; que no hay progresos sostenibles, individuales y sociales que no sean el resultado del hacer de todos los días. Que los grandes cambios solo ocurren si son continuos los esfuerzos para alcanzarlos.
Por eso, me da escalofrío cuando los políticos hablan de reformas estructurales para corregir problemas recurrentes de provisión de bienes públicos, y en general del cumplimiento de las obligaciones del Estado. Bajo este enfoque se han hecho muchas “transformaciones”, pero los problemas siguen ahí.
Esta perspectiva de transformaciones incrementales está estrechamente relacionada con un enfoque de capacidades y agentes de cambio. Quién y con quién, cómo, a través de cuáles procesos concretos, en cuánto tiempo, con cuáles recursos se asumen las tareas públicas. Y así entonces es fácil determinar qué funciona y qué no, y qué impactos se logran.
Nuestros gobiernos necesitan urgentemente memoria de buenas prácticas. Algunas consideraciones específicas en este enfoque, referidas a la salud. Lo primero es poner al frente avances significativos, ejemplares en muchos contextos, de dicho sector. Mencionemos algunos recientes: ahorro de cerca de 1 billón de pesos gracias a la regulación de precios y compras centralizadas de medicamentos; aumento de la cobertura del aseguramiento en 2,2 millones de personas en los últimos 7 años; disminución importante de la tasa de mortalidad infantil, por cada 100.000 nacidos vivos y cobertura casi universal del aseguramiento.
Estos resultados, sin embargo, enfrentan riesgos porque muchos elementos de la sostenibilidad del sistema son bien preocupantes. Su resolución necesita de visiones de largo plazo y acuerdos sociales para superarlos. Acuerdos sobre los esfuerzos territoriales para financiar el régimen subsidiado y los servicios no incluidos en el plan básico de salud y sobre el control del gasto. Sobre un enfoque prospectivo de demandas, necesidades y perfil epidemiológico de los colombianos. Sobre mecanismos financieros y fiscales para saldar las deudas del sistema. Sobre no eludir por más tiempo el contar con robustas plataformas tecnológicas integradas para mejorar la toma de decisiones y controlar el gasto y los costos.
Pero igualmente requerimos consolidar arreglos de sistema para la atención integral, imposible si seriamente no nos ocupamos del mejoramiento de la red de prestación pública, donde existen demasiadas fallas. Y urge hacer eco de recomendaciones, como las del Grupo de Economía de la Salud de la Universidad de Antioquia para prevenir, detectar y castigar la corrupción, y al mismo tiempo, promover la integridad y la transparencia del sistema.
Dejemos de pensar que un deus ex machine (el gobierno de turno) nos resuelve los temas y pensemos mejor que solo adoptando el enfoque de “todos ponemos” y “todos trabajamos todos los días como colectivo” la provisión de una salud oportuna y de calidad será viable y sostenible. Con tantas necesidades, pero a la vez con tantos actores trabajando en el tema, llegó el momento de promover un pacto social para que cualquier ánimo transformador se lleve a cabo en un espíritu de construcción colectiva, poniendo a las personas en el centro y sincerando cuál es la creación de valor que asumen todos los involucrados.
Rafael Aubad
Presidente Proantioquia