Se acaba de posesionar un nuevo Govern en Cataluña, presidido por Quim Torra. Él mismo reconoce ser un sustituto temporal de Carles Puidgemont, su antecesor en el cargo, en el exilio en Berlín (Alemania) y perseguido por la justicia española. Esta investidura responde a las elecciones de diciembre del año pasado, en el que los movimientos en favor de la independencia lograron una pequeña mayoría.
El discurso de instalación no promete ni un nuevo tono ni un nuevo comienzo en el proceso independentista. Por el contrario, al nombrar, inicialmente, como parte de su gobierno a dos presos y dos anteriores dirigentes que han salido del país, continúa retando a la administración central de España.
¿Y ahora qué? El Gobierno español debe estudiar si mantiene la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que le permita a Madrid intervenir en la Comunidades Autónomas si no vienen cumpliendo con “sus obligaciones”. Sin embargo, ante la moción de censura contra Mariano Rajoy se abre una nueva oportunidad. Con el tímido pero reiterado ofrecimiento de los independentistas en Cataluña, de entablar un diálogo con el gobierno central, el nuevo gobierno liderado por los socialistas debe decidir si acepta proceder en ese sentido.
Por su lado, si los independentistas están tomando en serio la posibilidad del diálogo deben cambiar su actitud y su discurso retador y nada conciliador. Quim Torra y los independentistas, en vez de buscar ser un gobierno de todos los catalanes (divididos 50/50 después de las elecciones pasadas frente a la independencia) han señalado que son el gobierno de una Cataluña independiente.
Como tantas veces, los argumentos económicos prevalecen. La Cataluña independiente siente que le está aportando más a España de lo que recibe, y que estaría mejor sin las ataduras del gobierno central para determinar su desarrollo económico en el contexto Europeo. Sin embargo, el costo del procés (movimiento independentista) ha sido alto, pues más de 3.600 empresas, muchas de ellas del primer nivel, han abandonado su territorio en los últimos 9 meses y Europa ha respaldado al gobierno español.
Haber llegado aquí es señal de populismo e intransigencia de lado y lado. Cataluña, en especial desde su rol en contra de Franco y el fascismo, se ha sentido diferente, no solo en lenguaje y cultura, sino también en su posición progresista en muchos aspectos. En ese sentido el anterior Govern catalán, buscó un respaldo para su visión de independencia con el referendo del primero de octubre, declarado ilegal con base en la Constitución y la ley por el gobierno de Rajoy.
Cabe poca duda de la ilegalidad del referendo, en el cual votaron solo el 43% de los catalanes. Sin embargo, el gobierno central, en vez de buscar el diálogo, o en su defecto simplemente haber dejado votar sin darle mayor relevancia al proceso, tuvo una postura fuerte con incidencia de la Guardia Civil. A su vez, el hecho de que existan presos políticos con motivo del movimiento ha resultado en un mayor número de catalanes, sin pretensión independentista, que ahora se sienten perseguidos, con lo que se ha exacerbado el nacionalismo regional.
Pasiones de lado y lado, declaraciones de ilegalidad de los unos y de independencia a toda costa de los otros, son la receta para una situación de alto costo económico y político para España y Cataluña. Solo un diálogo constructivo y basado en la legalidad y el respeto mutuo puede ser la solución para ambos. Y eso debería resultar en mayor autonomía sin independencia. Cabe esperar si el nuevo gobierno en Madrid abre las puertas en ese sentido, y si los catalanes cambian la pasión por el pragmatismo.
Rafael Herz
Vicepresidente Ejecutivo de la ACP.