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México: debilidad o pragmatismo

Trump considera que la confrontación y el conflicto como arma de política exterior, lo muestran como hombre fuerte ante su electorado.

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México acaba de ceder a las presiones de Estados Unidos en la política migratoria. El presidente López Obrador tenía dos opciones: aceptar las demandas de Trump y recibir miles de solicitantes de asilo que se mantendrían en México mientras se definen sus solicitudes en Estados Unidos o negarse y enfrentar aranceles sobre las exportaciones a ese país. Una forma moderna de chantaje a nivel de política exterior.

El mandatario de México decidió ceder ante las amenazas de su vecino del norte, asumiendo que finalmente el resultado, desde el punto de vista económico, sería menos grave. Lo anterior, dada la difícil situación que enfrenta la economía. Por un lado, la política social expansionista que ha incluido duplicar las pensiones, y ayudas para jóvenes desempleados, ha requerido importantes recursos. Por otro, el costo de la cancelación del proyecto del nuevo aeropuerto, y la decisión de una nueva refinería, han significado un desajuste en las cuentas fiscales. Las implicaciones de la deuda de Pemex, que asciende a más de 100 mil millones, aún no son fáciles de predecir.

Ante esta incertidumbre económica, el presidente mexicano escogió evitar las consecuencias de una guerra comercial con un aumento de aranceles de inicialmente 5 por ciento, con un incremento mensual hasta llegar a un 25 por ciento. Según analistas, esto hubiera significado una disminución del crecimiento del país este año de alrededor de 1,5 por ciento. Un costo que no estuvo dispuesto a asumir, y prefirió el pragmatismo, que el respeto por la dignidad nacionalista, que tanto había enfatizado anteriormente.

México, además de aceptar los inmigrantes en busca de asilo, decidió enviar miles de guardias para patrullar la frontera con Estados Unidos, pero sobre todo con Guatemala. Esta guardia había estado destinada a combatir el crimen y la violencia interna, pero ahora responden a los requerimientos de Donald Trump de vigilar los pasos fronterizos.

Muchos analistas han considerado ese cambio de actitud, más que como señal prudencia, como símbolo de indolencia. Varios de los electores de López Obrador hubieran preferido haber visto una posición fuerte, con cuotas compensatorias ante el aumento de aranceles. Pero el presidente mexicano eligió moverse en el tema migratorio y evitar la posible profundización de la crisis económica. Decidió que se tenía más que perder si se opone a Estados Unidos, que lo que se tenía por ganar al defender la postura firme inicialmente sugerida en su campaña.

Lo preocupante del hecho de que México haya cedido ante las amenazas es que, es poco probable que Trump pare ahí. Ante la situación interna con los cuestionamientos de la intervención rusa en las elecciones estadounidenses y la solicitud de publicaciones del informe de la investigación correspondiente, el cuestionado presidente de los americanos usa varias cortinas de humo. Es muy posible que después de los tres meses que se han previsto para analizar la situación migratoria entre los dos países, las demandas, amenazas y solicitudes de cambios en la política migratoria se retomen.

Trump considera que la confrontación y el conflicto como arma de política exterior, lo muestran como hombre fuerte ante su electorado. Y la decisión de México de ceder ante esa estrategia, le parecen dar la razón. Siente que los electores americanos ven como exitosa una política exterior basada en amenazas, más que en colaboración. Una lección de la que otros países, incluyendo el nuestro, deben aprender y estar preparados.

Rafael Herz
Vicepresidente de la ACP

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