A finales de este mes, la primera ministra británica Theresa May iniciará la negociación más significativa en la que el país se haya involucrado desde que negoció la adhesión a la Comunidad Económica Europea (CEE) a principios de la década de 1970.
En esta ocasión, el país rechazará su pertenencia a lo que es hoy la Unión Europea (UE) al activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa. Sin importar si se estuvo a favor de salirse o de quedarse, ha de esperarse que la Sra. May logre un buen trato.
El destino del Reino Unido siempre estará vinculado al del continente. También será siempre una significativa potencia europea. Pero estos intereses comunes no serán lo suficiente para asegurar un buen trato.
Estas negociaciones van a ser difíciles. Las posibilidades de un resultado calamitoso, con venenosas consecuencias a largo plazo, son significativas. Algunos de los más fanáticos partidarios del Brexit parecerían desear esto. La Sra. May debe resistirse a tal presión.
¿Cómo debe el gobierno del Reino Unido abordar estas negociaciones? Debe fijar los objetivos adecuados, comprender su posición y adoptar un enfoque eficaz.
El objetivo primordial debe ser lograr el mejor trato posible en el ámbito comercial. Sin embargo, la realidad es que el Reino Unido tiene una mano de cartas débil: sin un acuerdo, experimentaría una interrupción en su comercio y una arruinada relación con el continente.
Sus contrapartes lo saben. El Reino Unido comercia mucho más con el resto de la UE que el resto de la UE con el Reino Unido. Tiene más que perder. El ex primer ministro Sir John Major ha planteado la mejor estrategia: “Los resultados más exitosos se obtienen cuando las conversaciones se llevan a cabo con buena voluntad: es mucho más fácil llegar a un acuerdo con un amigo que con un vecino combativo. Pero la atmósfera ya está deteriorada”.
Charles Grant, del Centro para la Reforma Europea (CER, por sus siglas en inglés), añadió: “En un momento de incertidumbre global, la decisión del Reino Unido confunde a sus socios. Ellos se sienten despreciados, heridos y, en algunos casos, inseguros”.
Si las negociaciones han de tener éxito, el Gobierno debe enfocar sus energías. Esto no debiera ser sobre los términos del divorcio, en particular del dinero o de los derechos de los ciudadanos de la UE a quedarse.
La UE pretende solicitar €60 mil millones (£52 mil millones). Esto representa aproximadamente el 3 por ciento del PIB anual del Reino Unido. En un período de, por ejemplo, una década, esta cantidad representaría el 0,3 por ciento del PIB anualmente. Esto es, a la larga, poco dinero. El futuro de su relación con la UE es mucho más importante.
Del mismo modo, a cambio de un excelente acceso al mercado único — a través de un amplio acuerdo de libre comercio y de un régimen de “equivalencia optimizada” para los servicios, además de una transición sin tropiezos a dicho acuerdo — el Reino Unido debiera estar dispuesto a pagar una contribución continua a la UE.
Esto contradeciría la afirmación de los partidarios del Brexit de que la salida de la UE liberará £350 millones a la semana para el Servicio Nacional de Salud. Pero eso era una mentira.
Los partidarios de este enfoque pudieran ser condenados como “enemigos del pueblo”. Puesto que Robespierre, Lenin, Hitler y Mao aplicaron variantes de esta frase a quienes masacraron, yo considero este epíteto un honor. En una democracia liberal, ninguna mayoría temporal puede arrogarse el término de ‘el pueblo’. El 48 por ciento que votó por quedarse también representa a ‘el pueblo’.
En este caso en particular, no existen buenas razones para concluir que la forma de ‘Brexit’ duro que actualmente es probable hubiera obtenido la pequeña mayoría que logró ganar en junio de 2016 el grupo que deseaba la salida de la UE.
Algunos en el Gobierno y numerosos partidarios del ‘Brexit’ sostienen que si el Reino Unido no obtiene el trato de la UE que desea, debiera convertirse en un estado de libre comercio de bajos impuestos similar a, tal vez, Hong Kong.
Pero, como señala Sir John, “tal dirección de política, una vez entendida por el público, nunca recibiría apoyo”. No solo es contraria a todo lo que establece la campaña en pro de la salida, sino que también es contraria a todo lo que la Sra. May ha declarado desde que asumió el cargo. Esto sería un ultraje antidemocrático.
Supongamos que el Gobierno fracase en obtener un buen trato a través de sus negociaciones con la UE. Supongamos que este fracaso no se deba a que abordó esta negociación con un espíritu arrogante y exigente, sino más bien razonable. Entonces
¿qué se ha de hacer?
El ex primer ministro Tony Blair argumenta que “si nuestro gobierno estuviera llevando a cabo una negociación que genuinamente tratara de promover los intereses de nuestro país, esa negociación incluiría la posibilidad de que el Reino Unido permaneciera en una Europa reformada”.
Teóricamente no tengo ninguna objeción a la idea de que la solicitud para salir de la UE pudiera ser revertida una vez que la naturaleza del Brexit se clarificara. No es menos patriótico desear quedarse que salirse.
Por otra parte, el resultado de un referéndum en una fecha determinada no puede ser sacrosanto para siempre. Es posible que el electorado cambie de opinión. Los partidarios del Brexit que insisten en la soberanía parlamentaria tampoco pueden objetar en principio a una votación parlamentaria acerca de los términos del acuerdo que realmente se alcance, contrapuesto a la opción de permanecer en la UE.
Sin embargo, en la práctica, esta opción es muy poco verosímil. Esto se debe, en parte, a que acabaría con la estabilidad del partido conservador en un momento en que no existe oposición creíble. Sin embargo, lo que es aún más importante, es la opinión del resto de la UE. Me resulta imposible imaginar que, después de dos años de duras negociaciones, al Reino Unido se le permitiera salirse con la suya diciéndoles a sus contrapartes que el trato que han ofrecido es tan malo que ha decidido quedarse dentro de la UE, casi como una forma de castigo. Esto violaría todas las normas de comportamiento decoroso.
Sospecho que cualquier intento de retirar la solicitud del artículo 50 en estas circunstancias sería rechazado por los miembros, apoyados por el Tribunal de Justicia Europeo, el cual consideraría ese caprichoso comportamiento incompatible con la supervivencia de la UE en sí.
La elección de Marine Le Pen como presidenta de Francia pudiera hacer que todo esto fuera irrelevante. Pero, como están las cosas actualmente, la suposición debe ser que el Reino Unido se saldrá de la UE. La pregunta es exactamente cómo. En relación con eso, todo sigue en juego.
Martin Wolf
Columnista del Financial Times
administración
Reino Unido juega con fuego en relación con el Brexit
El país tiene una mano de cartas débil pero, si no negocia un buen acuerdo para su salida de la UE, el comercio y las relaciones se dañarán.
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