El 16 de junio del año pasado, Donald Trump, multimillonario constructor y protagonista del exitoso programa The Apprentice de la cadena NBC, anunció su candidatura a la presidencia de los Estados Unidos.
Lo hizo en la torre que lleva su nombre en la ciudad de Nueva York, ante un auditorio que aplaudía con entusiasmo a cada una de sus afirmaciones.
Inmediatamente hubo una fuerte reacción por parte de la comunidad hispana, cada vez más influyente, por sus comentarios sobre los inmigrantes, especialmente, por su agresividad contra los mexicanos.
Le dedicó varios minutos, en su disparatado discurso, a la construcción de un muro en la frontera con México, insistiendo en que obligaría a los mexicanos a pagar por él y que así frenaría la inmigración de narcotraficantes y delincuentes.
También expuso su posición sobre el sistema de salud, los tratados de libre comercio y el papel de Estados Unidos en el mundo de hoy.
Muchos vimos, con algún nivel de gracia, el discurso de Trump y compartimos apreciaciones en el sentido de lo gracioso que nos resultó escuchar el "zaperoco" que fueron sus palabras.
Sostuvimos que no había ninguna posibilidad de que ganara la nominación republicana, pues se enfrentaría a importantes líderes de ese partido como Jeb Bush, exgobernador de la Florida; Chris Christie, gobernador de Nueva Jersey; Ted Cruz, senador por el estado de Texas, y Carly Fiorina, CEO de Hewlett Packard.
Cuando empezaron a publicarse encuestas en las que Trump ascendía sin parar y lograba ampliar la ventaja frente a los otros candidatos, las alarmas se prendieron, pero fuimos incrédulos.
Una vez confirmada su nominación por el Partido Republicano, tras el retiro en mayo del senador Cruz -último candidato y quien intentaba oponerse a su triunfo- las encuestas buscaron entonces, la intención de voto frente a su rival, la ex primera dama y exsenadora por Nueva York, Hillary Clinton, nominada por el Partido Demócrata.
Las cosas iban muy apretadas y el actual candidato republicano empezó a confiarse, expresando ideas cada vez más absurdas; pensando más en el auditorio que tenía en frente, que en la opinión pública en general.
La idea de quien hasta el lunes 20 de junio fue su jefe de campaña, Corey Lewandowski, era "Let Trump be Trump", es decir, dejen a Trump ser Trump.
Ahora las encuestas le dan una ventaja a Clinton, quien, al menos en intención de voto, ya lo supera en más de cinco puntos.
Sin embargo, las cosas pueden cambiar en cualquier momento. Lo más grave del asunto no es que Trump pueda llegar a ser presidente de Estados Unidos sino que logre consolidarse como la figura más relevante de su partido ante el electorado, y así, obligar a los representantes y senadores republicanos a girar hacia sus posiciones.
Recordemos que dicho partido tiene mayorías en ambas cámaras del legislativo federal.
Si los planteamientos del empresario mueven la base republicana, puede perder la presidencia, pero radicalizar al legislativo.
Lo anterior implicaría una posible reforma al sistema de salud, una nueva postura frente a los tratados de libre comercio, una legislación más fuerte en contra de la inmigración, reforma al sistema tributario, entre otros.
Clinton tendría que enfrentar un Congreso de la oposición y todo indica que la opinión estadounidense no está de acuerdo con la lluvia de decretos ejecutivos a los que ha tenido que recurrir el actual presidente, Barack Obama.
Para Colombia, nada más grave que el 'aislacionismo' que en últimas sugiere Trump, con su slogan “Make America Great Again”, que traduce hacer a EE.UU. grande de nuevo.
Más cuando el gobierno Santos confía en que pronto se aprueba “Paz Colombia”, un programa en el que gobierno federal gira recursos para distintos programas en nuestro país.
Y que aumentaría en algo más de cien millones de dólares al año, que equivalen a cerca de 290 billones de pesos.
Santiago Castro Agudelo
Vicedecano Escuela de Pol. y Rel. Internacionales, U. Sergio Arboleda.
academia
Trump: el último coletazo
Al margen de una victoria del empresario, que llevaría a un cierto aislacionismo de EE.UU., sus planteamientos podrían radicalizar el legislativo.
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