Desde que entramos al siglo XXI el desarrollo tecnológico ha brindado a la humanidad herramientas que se han convertido en importantes aliadas del hombre en áreas industriales y en la medicina. En la agricultura no podría ser diferente y lo mejor es que en esta área el trabajo está apenas comenzando.
La tecnología es actualmente conocida por su capacidad para desarrollar máquinas cada vez más pequeñas y capaces de procesar millones de datos por segundo, pero en realidad ha transformado la vida de todos desde hace miles de años. Mucho antes de los smartphones, la evolución tecnológica produjo la imprenta, la locomotora, el primer coche, la radio y muchas otras ‘innovaciones’ que hoy nos parecen arcaicas.
Sin embargo, es innegable que con la creación de la computadora en la década de los 40 y de internet en 1969, los avances se han dado a alta velocidad. En 70 años el mundo y la forma en la que vivimos ha sido drásticamente modificada por el uso de las tecnologías. Desde las facilidades que ofrece la impresora 3D, hasta la increíble capacidad de operar un corazón con la ayuda de nanosensores, la tecnología nos ayuda cada día más en la solución de diversos problemas en infinitos escenarios.
La agricultura, sin duda, forma parte de esta evolución. En el campo, la tecnología es una aliada indispensable ante desafíos como la escasez de recursos naturales y una población mundial cada vez mayor. Actualmente, observamos transformaciones innegables en esa actividad milenaria que antes simplemente era ‘sembrar, cuidar y cosechar’, y que hoy se ha convertido en un conjunto complejo de prácticas que contemplan el análisis de datos con software de procesamiento e interpretación de imágenes, herramientas de monitoreo climático en los cultivos e incluso robots que verifican los nutrientes en el suelo antes de plantar.
Este avance ha sido posible porque la agricultura invierte cada vez más en estudios e investigaciones que resultan en innovación. Por ejemplo, el análisis de plagas y enfermedades en los cultivos nos lleva a identificar soluciones que perfeccionan la utilización de insumos agrícolas. Entre estas nuevas soluciones es importante destacar el papel fundamental desempeñado por los drones.
Hoy, se están desarrollando estudios para entender cómo esta tecnología puede ser útil también en la aplicación de productos de protección de cultivos. En el mercado de frutas y hortalizas, uno de los más fuertes en América Latina, aplicaciones de bajo volumen y con más precisión ayudarán a los productores no solo a optimizar los costos, sino también a superar algunas barreras. Muchos de estos cultivos como piña, plátano, uvas y otras frutas delicadas, todavía dependen de la utilización de aplicadores manuales, pues las condiciones de cultivo no permiten el uso de maquinaria pesada. Los cultivos de café en terrenos complejos de montaña y laderas también pueden beneficiarse de esta solución, evitando que los agricultores se expongan a riesgos en el momento de las aplicaciones.
Vale considerar también la eficiencia detrás de la tecnología, pues investigaciones preliminares en diferentes instituciones muestran una drástica reducción de tiempo de aplicación por hectárea. Este, a mi ver, es un avance aún más importante, porque beneficia directamente al productor rural. Estamos hablando de la sustitución de 12 horas / hectárea de aplicación, una actividad que agota a los operarios que realizan labores manuales, para pasar a solo 15 minutos / hectárea de vuelo con un drone que podrá ser controlado por ese mismo operario. Esta increíble reducción de tiempo por hectárea ya fue alcanzada en campos de arroz en China.
A pesar de tratarse de un proyecto en fase piloto en América Latina, la implementación de drones como una nueva herramienta de aplicación o recolección de datos, va en camino de ser la última etapa de una revolución agrícola que todos pensaban había finalizado con la llegada de cosechadoras automáticas y tractores que se autoconducen. Una encuesta realizada por la consultora PwC comprobó que el mercado de soluciones con drones en la agricultura llegará a mover 32.400 millones de dólares en el mundo.
Por lo anterior, la innovación en la agricultura es esencial para mejorar la forma en la cual producimos alimentos en el mundo. Los avances tecnológicos no se detienen y llegaron para mostrar que el camino está apenas empezando, lo que reitera un hecho históricamente comprobado: cuando los humanos y las máquinas se dedican a un bien común, el resultado es siempre muy positivo.
André Moraes
Gerente de Desarrollo de Productos Crop Science, Bayer Latinoamérica