Peter Drucker popularizó en el ámbito empresarial la frase “la cultura se come a la estrategia al desayuno”, sugiriendo que sin la cultura organizacional adecuada no hay estrategia que funcione.
Investigaciones recientes de académicos y consultores confirman que un factor clave para ejecutar exitosamente la estrategia es la cultura. Ella tiene el poder de dinamizar o constreñir el desempeño de una organización, incluso es un determinante en la definición de la estrategia misma.
La cultura de una organización es el equivalente a la personalidad de un individuo. En una empresa los valores son aquello en lo que creemos y la cultura es la manera como nos comportamos, inspirada en dichos valores. Así, coloquialmente nos referimos a ella como “la forma en la que acá hacemos las cosas”.
La profesora Rebecca Homkes, del London Business School, la cataloga como el software organizacional. Boris Groysberg, coautor de un artículo publicado recientemente en la revista Harvard Business Review, define cultura como el orden social tácito de una organización, que les da forma a las actitudes y comportamientos de manera durable y en una amplia variedad de ámbitos. Las normas culturales definen dentro de un grupo aquello que se acepta o rechaza, que se promueve o desestimula. Expertos de PwC consideran que la cultura es una fuerza natural cuyos efectos positivos incluyen la solidez de un buen clima laboral, la generación en las personas de bienestar y confianza, así como de compromiso emocional y conexión tangible con el propósito de la empresa. Estrategia y cultura van de la mano. Las organizaciones deben gestionar su cultura buscando que ella le sirva bien a la estrategia definida. Es por ello que una cultura no es en sí misma buena o mala, la realidad es que su bondad se mide en función de su alineación y aporte para la ejecución de la estrategia. Por ello, para gestionarla en una empresa es importante entender su cultura actual así cómo definir una cultura objetivo, hecha a la medida, que incorpore comportamientos alineados con la estrategia escogida para facilitar su ejecución, generadores de valor tangible, coherentes con las demandas del entorno, específicos y alcanzables para que se conviertan en la nueva forma de “hacer las cosas”.
Lawrence Hrebiniak, profesor de Wharton, plantea que para reforzar la cultura en una compañía son fundamentales el control, los reconocimientos, el ejemplo de los líderes y la presión social que ejercen los modelos de comportamiento cotidiano sobre los individuos. Así mismo, sugiere que para gestionar un cambio de cultura puede ser necesario modificar la estructura, los incentivos, los controles, e incluso relevar a algunas personas. Entre los expertos hay consenso en que para cambiar la cultura es importante iniciar con el foco en un número reducido de comportamientos claves, que se encargan de construir una nueva mentalidad, más que pretender arrasar con la cultura existente, ya que las batallas abiertas en su contra suelen estar perdidas. Comunicar es vital para demostrar la conveniencia de los nuevos comportamientos para el negocio o para resolver un problema, con énfasis en lo que queremos promover, no en lo que necesitamos erradicar.
Alinear estrategia y cultura organizacional demanda valor y la paciencia que toma construir cualquier activo estratégico para el largo plazo, además de alta claridad estratégica, liderazgo que da ejemplo, comunicación asertiva y sincero sentido de lo humano.
Carlos Téllez
Consultor empresarial
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