Impresionante la entrevista de Oprah Winfrey a Lance Armstrong. Impresionante porque, a pesar de que él admitió haber usado varias formas de dopaje para lograr sus éxitos ciclísticos, se le veía un rostro bastante imperturbable y una actitud un tanto cínica.
Decía él que su afán por tener éxito en todo lo que hacía en su vida lo llevaba a caer en la maquiavélica posición de que el fin justifica los medios.
Y el medio ciclístico internacional tenía sus dudas respecto a un corredor que ganó siete veces seguidas el Tour de France, pero no pasó de chismes, sospechas y acusaciones que nadie llevó a juicio. Tal vez porque los intereses económicos en la Empresa Lance Armstrong eran de tales magnitudes que nadie osaba destapar la verdad.
Y es que, además él, de manera hábil, generó un velo que pocos podían destapar: se convirtió en filántropo. Y eso lo volvió intocable, como si Armstrong ya hubiera pasado a ser parte de ese grupo de personas que creen estar por encima de la ley y la justicia.
No puedo evitar pensar en el caso InterBolsa; las similitudes me lo impiden.
El medio bursátil colombiano tenía sus dudas respecto del rápido crecimiento con el cual esta firma obtuvo tan grande participación del mercado.
El afán por ser los más grandes, la pretensión de ser los mejores y la falta de control pudieron ser algunas de las condiciones que desataron su crisis. Y a pesar de los persistentes rumores, ninguna autoridad tomó medidas preventivas.
En Lance Armstrong está clara la forma en que los valores morales fueron trastocados por el afán de triunfo a toda costa.
Todo le estaba permitido mientras no le pudieran probar las faltas. Todo era justificable si el medio mismo parecía estar beneficiándose con ese líder, por su propia generación de ingresos para quienes participaban en esa industria.
Es increíble ver cómo la conciencia de Armstrong pareció quedar tranquila porque suponía que todos los demás competidores hacían lo mismo que él, y por lo tanto este era un derecho adquirido, una forma de “nivelar la cancha”.
Quizás era lo contrario; los demás lo hacían porque él lo hacía. En todo caso, parece que Armstrong se metió en un círculo vicioso de trampas, errores y mentiras del cual no supo bajarse a tiempo y que por fin lo alcanzó cuando la autoridad pudo vencer las barreras que le impedían desenmascararlo.
No puedo evitar pensar en el caso InterBolsa; las similitudes me lo impiden.
Todo estaba bien hasta que la intervinieron, y entonces todo estaba mal.
El éxito comercial parecía darle la sensación de estar haciéndolo bien. Esa comisionista se había metido en una espiral de deudas no siempre bien garantizadas y los ejecutivos no supieron bajarse a tiempo y desmontar el riesgoso esquema.
Muy grave para el mundo del ciclismo mundial y muy grave para el mundo bursátil local, pues ambos quedaron cuestionados en sus principios éticos y en su falta de regulación y control.
Queda la esperanza de que en ambos mundos se corrijan los errores y prevalezcan los buenos.
Paul Weiss Salas
Experto en inversiones bursátiles
paulweisss@yahoo.com