Por lo menos, desde cuando yo me vinculé al mercado de valores colombiano, hace más de treinta años, se viene hablando de gravar los dividendos en cabeza de los accionistas, y la polémica revive hoy con la llamada reforma tributaria estructural.
Esa condición de aparente privilegio de los dividendos al compararla con el hecho de que los intereses sí están gravados, es una falacia. Este engaño proviene de que los dividendos son una repartición, parcial o total, de las utilidades generadas por las empresas, cuando las hay, para retribuir a sus accionistas y que ya fueron gravadas en cabeza de la compañía misma. Es decir, los dividendos son lo que queda después de pagar los impuestos de todo tipo por parte de la organización. En cambio, los intereses no provienen de una cuantía sobre la cual el emisor haya ya pagado tributos, proceden de un tasa de interés mayor a la cual este invierte el dinero captado, ya sea prestando la plata o invirtiéndola en otras actividades con mayor rentabilidad.
Habiendo expuesto la razón de fondo para mi oposición a gravar los dividendos, paso al aspecto práctico de su inutilidad en el mediano y largo plazo. Cabe recordar que las empresas que tienen sus acciones inscritas en la Bolsa de Valores de Colombia, detentan grandes y pequeños accionistas. Los grandes controladores de las compañías, eventualmente, encontrarán formas de mitigar el efecto que la medida traería, mientras que el inversionista individual, el mal llamado persona natural, no tiene a su alcance ese tipo de alternativa, y, a la larga, sería quien más impuestos pagaría sobre las utilidades que, como dije antes, ya habrían sido gravadas por el impuesto a la renta, así como por tantos otros.
Al final del día, temo que el gravamen recaiga únicamente sobre el pequeño accionista, y, por lo tanto, consideraría la posibilidad de no afectar con este impuesto a los accionistas de empresas inscritas en bolsa.
Pero si se impone la tesis de gravar todos los dividendos de todas las compañías, muchos pequeños inversionistas bursátiles buscarán alternativas de inversión menos riesgosas –y menos costosas–, vendiendo sus acciones, y con ello podrían propiciar una espiral de precios a la baja, porque, como dice un principio elemental bursátil: ‘bobo el último’, o algo parecido. Y claro, para que alguien logre vender sus acciones, tiene que haber alguien quien las compre. Y adivinen quiénes las van a comprar con descuento: por un lado, serán los que tengan la posibilidad de mitigar el gravamen y, por el otro, serán los fondos institucionales, que no pagan impuestos sobre sus rendimientos.
¡Deben estar frotándose las manos!
Paul Weiss Salas
Experto en inversiones bursátiles
paulweisss@yahoo.com