'Toca darle fuete a los hijos', 'la mujer es sumisa', 'a la mujer hay que pegarle por sospecha', 'si el marido no le pega, no la quiere', 'mi papá trabajó desde los 10 años, yo también y mi hijo también'.
Con estos paradigmas y ante una cultura de esclavismo femenino, de vender lástima, teníamos un contexto complejo en el campo colombiano donde el que tenía el poder generaba violencia -un contexto de desasosiego, desesperanza y desilusión. El poder se daba en lo económico, en la fuerza. Nos íbamos acostumbrando a la violencia, al trabajo infantil, a los niños en la guerra, a la prostitución infantil.
Ante este panorama sombrío, nace hace 10 años una iniciativa digna de emular. En los 36 municipios y los 6 departamentos donde hay una presencia importante de la industria de las flores, Asocolflores ha diseñado un programa que se llama Cultivemos la Paz en Familia. El gran objetivo es construir cultura de paz. Lo hacen a través de unos facilitadores que por medio de educación experiencial, trabajan desde adentro para crear una reflexión en la gente sobre lo que debe cambiar. No es una acción puntual ni una conferencia. Es una vivencia. Este programa está logrando una transformación de esos 36 municipios a partir de la floricultura. Se hacen 12 talleres de 2 horas en tiempo laboral con máximo 15 personas. En 10 años le han llegado a 57.000 personas en Colombia.
"Los colombianos hemos construido una cultura de violencia -una respuesta violenta y automática ante el conflicto". Me decía Martha Moreno, gerente de Desarrollo Social de Asocolflores. "Nos han enseñado los procesos cotidianos desde lo violento".
Este programa rompe los paradigmas que inhabilitan a la gente con temas prácticos como el reto de evitar las trampas, el manejo del mal genio y las siete reglas para cultivar la paz: identificar el problema, atacar el problema y no la persona, escuchar, respetar los sentimientos y las opiniones de los demás, ser responsables de nuestros propios actos, dedicarle tiempo a resolver el problema, y ponerse en los zapatos del otro.
Este proyecto ha recibido apoyo dela US AID, la OIM, la GTZ y la industria. En 7 de los 10 años, han hecho esto con recursos propios de los floricultores.
¿Cómo medir los resultados de un cambio cultural? Martha Moreno comentaba: "Al ir a una escuela o un colegio en estos municipios, es fácil identificar cuáles son los niños beneficiarios de este programa. Se les nota en la cara, en la expresión, en el cuidado personal". Hoy hacen un pretest y un posttest, hacen unas evaluaciones de impacto y están construyendo unos indicadores sofisticados en la parte cuantitativa y cualitativa.
Utilizan la metáfora de la flor de exportación con la construcción de una familia y el cuidado de los niños. Al tomar semillas y sembrarlas, cuidarlas y consentirlas, al tener paciencia y diligencia, al trabajar en equipo con metodología y tecnología, logra uno cambios inmensos. Para lograr que una flor de exportación llegue a las manos de un novio con ganas de conquistar a su novia en Nueva York, se prepara el terreno con abono, se suelta la tierra, se siembra la semilla o la plántula, se riega, se le quita la maleza, se guía para que crezca recta, linda y exportable, se cuida de plagas y enfermedades, se selecciona cuidadosamente, se corta, se empaca amorosamente para que llegue con el mismo sentimiento a las manos de esos enamorados.
Así mismo, este proyecto está logrando un cambio paradigmático de ese desasosiego, desesperanza y desilusión a un emprendimento, energía y empoderamiento abonando el terreno familiar, sembrando, logrando que los niños crezcan rectos y cultivando paz.
pmedina@yocreoencolombia.com
Sembrando paz en Colombia
Al tener paciencia y diligencia, al trabajar en equipo con metodología y tecnología, se logran cambi
POR:
Pedro Medina
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