Luego de lo acontecido la última semana, a raíz del vía crusis de la cuestionada aprobación de la Reforma Constitucional a la Justicia, y aparte de los análisis políticos de la dolorosa experiencia parlamentaria, hay un aspecto que vale la pena abordar: las redes sociales, como elemento central de la democracia.
Hoy podríamos estar asistiendo al nacimiento de una nueva versión de la democracia: la inmediata o express.
Ejemplos como la ‘primavera árabe’, que dio rienda suelta a revoluciones en países impensables como Yemén o la misma Libia, en todas hubo un elemento central: la inmediata conexión entre los ciudadanos, que como en una votación de concurso de televisión pueden calificar o descalificar a sus gobiernos y gobernantes.
Para no hablar de lo que viene ocurriendo en naciones como Canadá, particularmente en la provincia francesa de Québec, donde los estudiantes no soportaron la fuerte alza de las matrículas universitarias y salieron a las calles, como no se veía desde la llamada ‘Revolución tranquila’, por allá en los 70, la cual se incubó en la ‘bobadita’ de 300 años.
O lo que pasa en México, con las elecciones presidenciales, que hasta el primero de julio tenían nombre propio: Enrique Peña Nieto, pero luego de dictar una conferencia en un evento universitario, donde los estudiantes quedaron descontentos con su precaria exposición, los mismos jóvenes iniciaron una cruzada en las redes denominada ‘Yosoy123’, que radica esencialmente en exigir que los mexicanos tengan información neutral de los candidatos para que sean los ciudadanos, sin presión mediática, los que decidan por quién votar y no tener una ‘bulliciosa campaña propagandística’ a favor de Peña.
La realidad pública cambió.
Las encuestas ahora se hacen para verificar si lo que está pasando en el minuto a minuto en las redes sociales es real o no. En otras palabras, ya no hay posibilidad de tener un escenario estable o cierto en materia del pulso de la opinión más allá de mediodía.
Todo, porque los ciudadanos ya no empuñan fusiles para tomarse el poder, sino con tan solo apretar un botón de un celular y enviar su opinión a un destino, tan incierto como amplio, provocan un ataque en masa de características impredecibles que va desde un llamado a rechazar la forma poco clara como opera la bolsa de valores de Nueva York, pedir un referendo contra una leyes aprobadas de forma nada clara o poner en la mira de los ciudadanos a un senador, con ínfulas de todo poderoso, y lograr afectar a un tercero.
¿Estaremos asistiendo al nacimiento de la democracia inmediata o express?
De serlo, hay que prever un cambio en el ejercicio de la acción pública, porque ya no hay intermediario entre elegido y elector, así como tampoco demoras en la toma de decisiones.
Un tuiterazo puede cambiar el rumbo de una nación o mantener en vilo una disputa política que a mediado del siglo pasado se resolvía por medio de un ‘pacto de caballeros’ del que nadie se enteraba. Un ciudadano metido en las conversaciones secretas de los hombres poderosos, sin visa y sin invitación.
Pedro Viveros
Analista político y ex diplomático
viverospedro@hotmail.com
