Hace pocos días fue publicada la versión 2015 del reconocido ‘Academic Ranking of World Universities’, elaborado por el Center for World-Class Universities of Shanghai Jiao Tong University, que incluye a las 500 mejores universidades del mundo.
El listado es encabezado por la Universidad de Harvard y seguido por la de Stanford, el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y la Universidad de California - Berkeley. Las cuatro primeras universidades son de Estados Unidos, y entre las 500 mejores no aparece ninguna institución colombiana. Casi 150 de las 500 son de los Estados Unidos, 39 alemanas, 37 británicas, 32 chinas, 22 francesas, 20 australianas, 20 canadienses, 20 italianas, 18 japonesas, 13 españolas, 12 coreanas, 12 holandesas y 11 suecas, entre otras. Llama poderosamente la atención la dinámica china en los últimos años.
La brecha entre nuestras universidades y las mejores del mundo, según este sólido instrumento de medición, es grande. La problemática no es exclusivamente colombiana sino regional latinoamericana. Entre las 500 solamente aparecen 10 de la región.
La latinoamericana mejor ubicada es la Universidad de Sao Paulo, seguida por la de Buenos Aires, la Autónoma de México, la Federal de Río de Janeiro, la Estadual Paulista, la de Campinas, la de Chile, la Pontificia Católica de Chile, la Federal Minas Gerais y la Federal Río Grande do Sul. En resumen, son 6 universidades de Brasil, 1 de Argentina, 1 de México y 2 de Chile.
Hay quienes descalifican esta medición porque los dos primeros criterios incluyen cuántos egresados o profesores activos han ganado Premio Nobel o similar, y todos sabemos que en el caso colombiano solamente hemos tenido a Gabriel García Márquez, quien no estaba vinculado académicamente a ninguna institución de educación superior del país.
Esto es cierto, pero también es cierto que en los demás criterios involucrados en la clasificación de las mejores universidades del planeta sí deberíamos tener mayor presencia.
El número de ensayos científicos, las publicaciones en revistas indexadas internacionalmente con altos factores de impacto o la citación de la producción académica universitaria por parte de la comunidad científica internacional son criterios importantes al momento de evaluar la calidad de una universidad.
Si esto lo sumamos al desempeño de los estudiantes colombianos de 15 años que han participado en las últimas tres pruebas Pisa, el reto que tenemos como país es monumental y no puede limitarse a algunas reflexiones coyunturales en el momento en que se publican los resultados específicos de una u otra medición.
Por lo anterior es justo aplaudir los esfuerzos que el Gobierno Nacional viene haciendo en relación con fortalecer e intensificar los ejercicios de acreditación de alta calidad de programas e instituciones. Iniciativas promovidas y financiadas por el Ministerio de Educación Nacional como los programas de acompañamiento a universidades en proceso de acreditación, por parte de universidades ya acreditadas, o estímulos concretos como el programa ‘Ser pilo paga’ son señales clarísimas relacionadas con la urgente necesidad de acelerar los procesos para cerrar brechas de manera efectiva.
Hans-Peter Knudsen
Profesor Prime Business School Universidad Sergio Arboleda.