Las autoridades estadounidenses reclamaron al Reino Unido por su decisión de ser socio fundador, con Francia, Italia y Alemania, del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (ABII por sus siglas en inglés). Washington teme que dicha entidad compita con el Banco Mundial, el FMI y el Banco de Desarrollo Asiático, como expresaba un funcionario estadounidense: “nos preocupa la tendencia (del Reino Unido) hacia el acuerdo constante con China, que no es la mejor manera de enfrentarse a una potencia emergente” (Financial Times, marzo 12 de 2015).
Adicionalmente, el ministro de Economía inglés, George Osborne, ha liderado la captación de inversiones chinas para plantas nucleares civiles y autorizó que la City londinense acoja la primera cámara de compensación para el yuan fuera de Asia.
Frente a la afirmación de Patrick Ventrell, del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense, en el sentido de que “tenemos preocupaciones sobre si el ABII cumplirá estándares en lo relativo a la gobernanza y exigencias medioambientales y sociales”, Osborne ha replicado que su país debe estar en el germen del nuevo banco para asegurar que opera con transparencia: “Unirnos al ABII en la faceta de creación, proporcionará oportunidades únicas al Reino Unido y a Asia para invertir y crecer juntos”.
Esa línea de ‘apaciguamiento’ del gobierno inglés frente a China, ha sido criticada por el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de los Comunes, por la tibia reacción de Londres frente a la posición de Beijing por las protestas en Hong Kong. De hecho, el primer ministro Cameron anunció que no volverá a reunirse con el Dalai Lama, tras la reacción de Beijing después del encuentro que sostuvieron en el 2012.
El ABII contará con 50.000 millones de dólares de capital (la mitad aportado por China) y 100.000 millones autorizados, tendrá sede en Beijing y ayudará a satisfacer las enormes necesidades de infraestructura en Asia, estimadas en 8 trillones de dólares en la próxima década. Pese a pregonar la competencia, Washington presiona a sus aliados para disuadirlos de afiliarse al dicho banco, pero la decisión de las principales economías europeas es asociarse con China.
El gigante asiático participa del Banco de los Brics (equivalente al FMI) y ha creado el Grupo de Shanghái, que le ha permitido firmar acuerdos para disponer de energía del Asia Central, superando el riesgo de un eventual bloqueo por el estrecho de Malaca.
Diseñado antes de la terminación de la Segunda Guerra, el sistema de Bretton Woods no incluyó a la URSS, Alemania, Japón ni China, con tal control hegemónico de Estados Unidos, que con solo el 16,75 por ciento de votos domina el sistema, pues cualquier decisión fundamental requiere del 85 por ciento de votos para su aprobación. ¡Es un poder de veto!
Tras su ingreso al Banco Mundial y al FMI en 1980, China ha esperado pacientemente que las instituciones se reformen, pues pese a su posición en la economía mundial solo tiene el 3,81 por ciento de votos. (https://www.imf.org/external/np/sec/memdir/members.aspx).
La defensa a ultranza que Estados Unidos hace a su hegemonía en el sistema económico internacional, quedó en evidencia a finales de los 90, cuando el ministro japonés, Yoichi Miyazawa, ofreció aportar 80.000 millones de dólares para crear un fondo monetario asiático que ayudara a los países en emergencia. Estados Unidos no solo bloqueó esta iniciativa, sino que, además, impuso políticas recesivas a través del FMI, las cuales prolongaron y ahondaron la crisis, en tanto que para Estados Unidos adoptaron políticas expansivas apoyados por una exorbitante emisión inorgánica de dólares, con lo cual lograron su recuperación.
Además, Stiglitz ha advertido que la inversión en infraestructura, de indiscutible importancia para la conectividad y el comercio, está menos sujeta a la influencia de ideologías, comparada esta influencia en la formulación de políticas; y ha agregado que si en efecto hubiera competencia entre alternativas no se habría impuesto el famoso Consenso de Washington (Project Syndicate, abril 13 de 2015).
La estrategia de ‘gradualismo paciente y sin confrontación abierta’ que implementa China, se expresa en la promoción de un sistema alternativo al que lidera Washington, de modo que el yuan ya se utiliza en Londres y en otros centros financieros, el banco Brics brindará ayuda de emergencia a países en crisis y el ABII aportará financiamiento para la infraestructura necesaria para el desarrollo.
Gradualmente, los actores se van realineando como reconocimiento al poder de las fuerzas que operan en el escenario internacional.
Como ha mostrado Mark Leonard, director de política exterior del Centro para la Reforma Europea, en su obra emblemática Así piensa China, la decisión de Beijing ha sido construir en el Delta del Río Amarillo nuevos polos de desarrollo modernos (Zhenzhen, Pudong y otros), los cuales crecen de modo paralelo a la economía estatal tradicional, y ello se entiende bien cuando se observa la estrategia de ‘un país, dos sistemas’, aplicada a Hong Kong.
China está utilizando ahora similar estrategia en el plano internacional, pues en lugar de plantear la destrucción o parálisis del sistema económico hegemonizado por Estados Unidos, y ante la evidente imposibilidad de cambiarlo a su favor, ha ido estableciendo gradualmente un nuevo sistema, al cual se van plegando muchos países; incluso aliados históricos de Washington.
¡Los países, como las personas, se asocian con quien tiene los recursos!
Beethoven Herrera Valencia
Profesor de las universidades Nacional y Externado.