En todas las pruebas internacionales en las que Colombia ha participado, nuestros bachilleres tienen niveles bajos de aprendizaje comparados con los de sus pares en otros países del mundo.
Pero el diagnóstico es más fuerte: los datos también muestran que las brechas (socioeconómicas, de colegios públicos-privados, rural-urbano, regionales o de género) son preocupantes.
¿Cómo podemos cambiar esta situación?
Ese es el objeto del libro Tras la excelencia docente, que escribimos Sandra García, Guillermo Perry, Catherine Rodríguez (Universidad de los Andes), Juan Esteban Saavedra (Universidad de California del Sur) y yo, que fue promovido y financiado por la Fundación Compartir.
En el estudio mostramos que la propuesta debe estar centrada en los docentes y articulada en cinco ejes:
1. Dar recursos (asignados a través de concursos) a las universidades para mejorar y aumentar los programas de educación de buena calidad.
2. Mejorar las prácticas de selección de docentes, usando becas para bachilleres de altos puntajes en la prueba Saber Pro.
3. Fortalecer los programas de formación durante el servicio de los docentes, en los cuales, además de que sean mayores y mejores, se incluyan planes de tutoría a maestros novatos.
4. Afinar las prácticas de evaluación de los docentes para que sirvan como impulso a la oferta de planes de formación durante el servicio, respondiendo a las necesidades individuales de desarrollo de cada profesor.
5. Incrementar la remuneración de los docentes a través de un aumento salarial generalizado y de bonificaciones por desempeño y por trabajo en zonas desfavorecidas del país.
Esta propuesta surge de la comparación de la docencia en el sector público en Colombia con la de países que han logrado tener educación de excelente calidad.
Por ejemplo, en el estudio mostramos que los graduados de licenciatura –los futuros docentes del país– tienen bajas capacidades de comprensión lectora de razonamiento matemático, y bajos conocimientos de competencias ciudadanas (según las pruebas Saber Pro del Icfes).
Y tienen puntajes muy bajos en Saber 11 (antigua prueba Icfes).
A la vez, sus salarios son más bajos que los de las profesiones que atraen a los estudiantes con puntajes altos en las pruebas Saber y cuyos profesionales tienen altos puntajes en pruebas de lectura, razonamiento matemático y competencias ciudadanas.
En el análisis también discutimos que la evaluación que tienen los docentes es muy poco útil, en particular porque no se ha usado como instrumento para el mejoramiento de la actividad de enseñanza de los maestros, y que la oferta de cursos de formación durante el servicio no está articulada con la evaluación docente.
Todo esto es distinto en los países de educación de alta calidad y motiva las propuestas planteadas.
¿Por qué es el momento de hacer esta transformación?
Las condiciones económicas y demográficas actuales del país dejan claro que este es un buen momento para hacer un cambio como el propuesto.
Pero, además, los esfuerzos que el país ha venido haciendo para reformar el sector educativo también permiten pensar que esta transformación es posible. En el primer semestre del 2002 se aprobó un estatuto docente que introdujo instrumentos que alinean el manejo del estatuto docente en Colombia con el de los países de alta calidad educativa.
También, a partir del 2002 y durante ocho años, de forma sostenida, el país hizo esfuerzos importantes para mejorar la cobertura educativa.
Más recientemente, se implementaron dos programas fundamentales que van en la dirección planteada en el estudio: el de Todos a Aprender, que busca mejorar docentes de colegios deficientes, y el de becas para bachilleres que quieran estudiar licenciaturas.
Finalmente, el año pasado también se hizo una mejora en las condiciones salariales de los educadores, al introducir la prima de servicios.
Todos estos cambios muestran que es posible reformar el sector educativo colombiano, pero aún es mucho más lo que falta por hacer, que lo que se ha hecho.
Además, varias de estas iniciativas deben ser redefinidas y tener más recursos de los que se han destinado hasta ahora.
Por un lado, la implementación de estos programas se ha hecho sin atacar simultáneamente, de forma sistémica, todo el problema de la calidad de la docencia.
La propuesta que hacemos muestra que es necesaria una implementación ordenada y simultánea de cada una de estas iniciativas. Por eso hablamos de un plan sistémico, porque una reforma de cualquiera de estos ejes no va a tener beneficios si se implementa de manera desarticulada a las reformas en los otros ejes.
Por otro, la propuesta también muestra que es necesario redefinir algunas de estas iniciativas para obtener de ellas mayores beneficios y aumentar los recursos que se les destinan para poder cubrir con docentes de alta calidad la demanda de profesores del país.
De otra parte, la propuesta también requiere recursos adicionales: el costo que hacemos empieza en 1,8 billones de pesos anuales al inicio de la transformación y llega a 3,4 billones cuando todos los componentes están en marcha.
Esto implica un esfuerzo presupuestal importante en el país, pero no es imposible porque equivale a aumentar, en algo, alrededor del 10 por ciento el presupuesto del Ministerio de Educación, o el 0,2 por ciento del PIB. Esto, junto con la experiencia reciente de reformas del sector educativo, muestra que el país sí puede hacer un esfuerzo por mejorar la calidad docente.
Darío Maldonado
Universidad del Rosario