El profesor estadounidense Larry Summers recomienda a los países como estrategia de crecimiento con equidad e inclusión, construir sobre sus fortalezas; las cuales, para Colombia, son sin duda sus recursos naturales (renovables y no renovables). Y es en este sentido que hoy contamos con la agroindustria y el sector minero-energético, entre otros, como locomotoras jalonadoras hacia la prosperidad.
Los colombianos hemos tímidamente aprovechado el privilegio de vivir en una tierra amplia, excepcionalmente fértil y tremendamente diversa. Aunque la agricultura, la ganadería y la extracción de minerales, han sido actividades pertenecientes a nuestra cultura y han permitido de una u otra manera suplir las necesidades de los colombianos de ayer y de hoy, el potencial de nuestro suelo es gigante y aún hay grandes riquezas por descubrir.
La fortaleza de contar con un territorio apto para la explotación hace, por un lado, que se incentiven más y nuevos negocios de gran impacto para la economía y el bienestar de la gente y, por el otro, que se haga imprescindible encontrar el tan anhelado equilibrio entre desarrollo económico-social y el respeto del medio ambiente, lo que es particularmente complejo en un país de gran territorio, con potencial desconocido y rico en biodiversidad.
El sector de la Minería a Gran Escala busca articular esfuerzos para que en el país se desarrolle una actividad minera bien hecha, bajo los más altos estándares en su ejecución y que permita a las generaciones del presente mejorar su calidad de vida a través del aprovechamiento de los recursos naturales sin comprometer el bienestar de sus hijos. Una labor que requiere el concurso de todos.
Del total del territorio colombiano (114 millones de hectáreas), sólo el 4,7% (cerca de 5,4 millones de hectáreas) se encuentra titulado para actividades mineras (legales… por supuesto!). Y el 1% de esa área termina siendo objeto de exploración detallada, y de ésta tan sólo el 1% (o sea el 0,1% del área total titulada) se convierte en mina en producción.
Es importante señalar que del área titulada, 1,4 millones corresponden hoy a proyectos a gran escala, realizados por compañías que se destacan por estar comprometidas con el desarrollo sostenible del país y la implementación de compromisos de autorregulación con base en estándares internacionales aplicables a los temas críticos de la actividad. La intervención de estos territorios se realiza con tecnología e infraestructura que busca, precisamente, generar equilibrio con la tierra.
Es importante que el país sepa que aquellas áreas que ya han sido intervenidas en el proceso extractivo, son objeto de un proceso denominado de “revegetalización”. Así, las grandes empresas carboneras presentes en el país, ya han revegetalizado más del 20% del área intervenida, la cual se encuentra hoy rehabilitada y, en algunas oportunidades, en mejores condiciones que en las que estaba antes de la actividad minera.
En este contexto, es vital que las negociaciones de paz en La Habana conserven sus objetivos de profundizar los mecanismos de participación, implementar una justicia transicional, terminar con el narcotráfico de la guerrilla, desmovilizarla y acordar una transformación rural; esto último, esperamos, sin limitar el crecimiento de una u otra actividad económica legal que necesita el país y que requiere del uso de la tierra para su desarrollo.
El sector minero formal quisiera hacer un llamado al país para que no crea que existe incompatibilidad de actividades económicas al aprovechar el territorio. Colombia goza de suficiente potencial y de índices de pobreza tales, que su crecimiento requiere del desarrollo de todos los sectores productivos que generen empleo e ingresos de manera legal.
Así ha sucedido en otros países, como Perú por ejemplo, en el que según el Dr. Richard Webb se han implantado en territorios vecinos actividades mineras, agrícolas y turísticas, que lejos de ser amenazas las unas con respecto a las otras, se complementan y apalancan mutuamente.
Por supuesto, el país deberá tener la tranquilidad de no padecer más los desastres de la minería ilegal, la cual se ha convertido en el verdadero enemigo de la “Tierra” de los colombianos. En efecto, se debe diferenciar claramente la minería formal (a pequeña, mediana o gran escala), de la minería informal (bien sea artesanal o a pequeña escala no mecanizada) y sobre todo, de la extracción ilícita de minerales realizada por grupos armados al margen de la ley. No es justo atribuir a la minería formal, las nefastas consecuencias de la extracción ilegal, la cual el Gobierno se esfuerza en combatir con no sé qué tan buenos resultados.
En el Día de la Tierra tenemos que celebrar la gran oportunidad de aprovechar los recursos que ésta nos ofrece y transformarlos en desarrollo y progreso sostenibles. El suelo y el subsuelo nos pertenecen a todos los colombianos; y, por tanto, lo que hagamos responsablemente con ellos también nos debe beneficiar a todos. Feliz Día de la Tierra para Colombia, les desea la industria minera en su conjunto.
Claudia Jiménez
Directora Ejecutiva
Asociación del Sector de la Minería a Gran Escala