A veces los líos surgen por temas que parecen ser de orden menor. Eso es lo que viene de suceder en Grecia, en donde este martes se armó una enorme crisis política, por cuenta de la decisión del primer ministro, Antonis Samaras, de convocar a elecciones anticipadas. La apertura de un escenario de incertidumbre llevó a que las acciones en la bolsa de Atenas cayeran 13 por ciento.
El detonador fue la nominación de Stavros Dimas al puesto de presidente de la nación helénica, un cargo más ceremonial que ejecutivo. Al hacer las cuentas sobre los votos con que cuenta la coalición que respalda el Gobierno, quedó en claro que faltaban 25 para asegurar la mayoría.
Si bien el escrutinio formal no se llevó a cabo, Samaras decidió cortar por lo sano y jugarse el todo por el todo. De ganar, conseguiría una mayoría más sólida que le permitiría seguir por la senda de la austeridad con el fin de sacar la economía de su país adelante y seguir recibiendo la ayuda prometida por la Unión Europea.
El problema es que existe la posibilidad de que sea la oposición la que triunfe. Esta es encabezada por el partido Syriza, cuya plataforma radica en echar para atrás los recortes acordados con el bloque comunitario, lo cual le pondría un inmenso signo de interrogación al futuro del país vecino del Mediterráneo.
Ante tal eventualidad los inversionistas salieron despavoridos. En el mercado de los bonos, que llevaba meses de tranquilidad, las tasas también se dispararon en las negociaciones secundarias, a niveles cercanos al 9 por ciento anual.
Ahora se abre un paréntesis de algo más de una semana, tras el cual todo es probable. Uno de los peligros es que tal como hace casi tres años, el Viejo Continente vuelva a ser contagiado por Atenas, con consecuencias impredecibles.
Ricardo Ávila Pinto
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