Si aquel conocido dicho según el cual “año nuevo, vida nueva” se le aplicara a América Latina, la región debería prepararse para un periodo de mejor desempeño que el registrado en el 2014. Lamentablemente, una cosa son los deseos propios del cambio de calendario y otra lo que sucede en la realidad.
Así lo viene de dejar en claro el Fondo Monetario Internacional, después de haber dado a conocer sus proyecciones con respecto a la región. De acuerdo con la entidad, la expansión del Producto Interno Bruto llegará al 1,3 por ciento este año, un guarismo muy inferior al que proyectaban otras instituciones.
Es verdad que buena parte de ese lente más oscuro tiene que ver con Brasil, pero no es el único motivo. Para comenzar, el descenso en los precios de los productos básicos va a actuar como un lastre, especialmente en Suramérica.
El caso más dramático es el de Venezuela. De acuerdo con el FMI la contracción del país bolivariano sería del 7 por ciento este año. El organismo asegura que cada disminución de 10 dólares en el valor del crudo, deteriora la balanza comercial en 3,5 por ciento del PIB.
Pero ese no es el único caso. En escala un poco más moderada, Bolivia, Colombia y Ecuador también van a resultar golpeados por el descenso en los hidrocarburos. Centroamérica debería beneficiarse. El Caribe es más complicado, pues a pesar de ser un importador neto, la suerte de Petrocaribe –que dependen de Caracas– se encuentra en veremos.
A lo anterior hay que agregarle un entorno más oscuro. El giro en la dirección del viento debería sentirse en un flujo de inversiones menor, mientras que el entusiasmo de los consumidores podría verse disminuido. Debido a ello, las apuestas se han reducido, junto con la convicción de que las perspectivas son menos buenas que antes.
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