Que el magnate estadounidense Donald Trump tenga salidas en falso no debería extrañar a nadie. Al fin de cuentas, el multimillonario de origen neoyorquino se ha destacado en más de una oportunidad no solo por su ojo para los negocios, sino por su capacidad para meterse el pie en la boca, como dice una expresión norteamericana.
El más reciente descache tuvo lugar en el lanzamiento de su precandidatura presidencial, cuando en el discurso insultó tanto a México como a los nacionales de ese país. El resto de la historia es conocida, pues compañías como Univisión, siguiendo hasta JC Penney, cortaron sus lazos con el potentado, por el tono racista de lo que dijo.
Hasta la Miss Universo colombiana, Paulina Vega, terció en la polémica, pues el concurso de belleza es propiedad del empresario. Quienes saben de números afirman que todo esto ha servido para que la fortuna de Trump -calculada en más de 4.000 millones de dólares- se vea ligeramente disminuida.
Más increíble aun, sin embargo, es el hecho de que la encuesta más reciente lo ponga a la cabeza de la quincena de aspirantes que, por el lado del Partido Republicano, aspiran a suceder a Barack Obama en la Casa Blanca. El sondeo en cuestión le dio un 17 por ciento, tres puntos más que el exgobernador de Florida, Jeb Bush, cuyo apellido y trayectoria lo hacen muy conocido.
No hay duda de que ese liderazgo se diluirá en los próximos meses cuando la carrera tome forma. A ningún analista se le pasa por la mente que, por más dinero que tenga, el billonario tenga una posibilidad real de medirse con Hillary Clinton, cuya nominación por el Partido Demócrata está asegurada. En cambio lo que es deprimente es que una porción considerable de la ciudadanía se identifique con sus planteamientos.
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