No debió caer desapercibido en China el artículo escrito por David Barboza, un reportero del diario The New York Times, y dado a conocer ayer.
En el escrito, el periodista describe con lujo de detalles la inmensa fortuna que ha amasado la familia del primer ministro Wen Jiabao, calculada en cientos de millones de dólares.
¿Cómo un integrante del Partido Comunista puede ignorar dicha riqueza? Ese es un misterio que probablemente nunca se resuelva.
Lo cierto es que según el diario estadounidense, la madre, los hijos, el hermano y el cuñado del líder chino, tienen intereses en diferentes negocios cuya valoración sería de 2.700 millones de dólares.
Caso aparte es el de su esposa, que es descrita como ‘la reina de los diamantes’.
Entre las compañías involucradas se encuentran bancos, joyerías, hoteles, empresas de telecomunicaciones y proyectos de infraestructura.
También hay una fábrica de llantas y una exitosa aseguradora.
En abstracto, alguien podría argumentar que no se puede estigmatizar a una familia por su olfato comercial. El problema es que en la nación más populosa del mundo, buena parte de las decisiones quedan en manos del Gobierno, el mismo que entrega créditos, concesiones o subsidios.
Ubicar la información no fue fácil.
En más de una ocasión los parientes de Wen Jiabao han utilizado sociedades foráneas para disimular su propiedad.
Y dicho caso, no es el único. En junio, la agencia de noticias Bloomberg informó sobre la opulencia de la familia del vicepresidente, Xi Jinping.
Ahora, la pregunta es qué puede suceder, justo cuando está cerca el congreso del Partido Comunista chino y se anticipa una lucha de poder, en la cual más de un trapo puede salir al sol.