Los datos correspondientes al mercado laboral en mayo, dan la impresión de que no todo va bien en uno de los frentes más sensibles de la economía. Según lo informó el Dane este martes, el desempleo llegó al 8,9 por ciento, una cifra que es inferior a la de abril, pero que supera a la del mismo periodo del año pasado.
Los problemas, sin embargo, no están ahí. Al fin de cuentas, la población ocupada es mayor en 484.000 personas que la observada en la misma época del 2014. Bajo ese punto de vista, todavía existe la capacidad de absorber la creciente oferta de trabajadores, así el ritmo sea un poco menor ahora.
El lío es que hay indicios de que la calidad del empleo empieza a disminuir. Para comenzar, la cantidad de subempleados objetivos –que comprende a la gente que quiere tener un puesto más acorde con sus competencias– tuvo un salto de 302.000 individuos, que equivale a 11,9 por ciento más.
No menos significativo es que el mayor aumento en la población ocupada, según la posición, se dio en la categoría de ‘trabajador sin remuneración’, a la cual le siguió la de ‘empleado doméstico’. Aunque en el total tiene mucho más peso el segmento de ‘obrero, empleado particular’, hacía un buen tiempo que no se veía una evolución de ese estilo.
Existe también una clara diferenciación entre las cabeceras y aquello que se describe como ‘centros poblados y rural disperso’. Puesto en términos sencillos, en los primeros todavía hay oportunidades, mientras que en los segundos estas descansan en las áreas que podrían describirse como menos apetecibles.
Entre las causas probables se encuentran las dificultades que experimentan la minería y la agricultura, que se han sentido en el campo. Así, la foto global muestra nubarrones que antes no había y que son difíciles de despejar.
Ricardo Ávila Pinto
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