La más reciente oleada de anuncios publicitarios en la campaña presidencial ha vuelto a poner en cuestión la neutralidad de los gremios económicos. Un aviso en el que aparece Óscar Iván Zuluaga da la impresión de que el candidato del Centro Democrático cuenta con el favor de Fenalco, Fedepalma y Fedegan, que tienen miles de afiliados.
Ante lo sucedido, se produjeron varios comunicados en favor de la imparcialidad de asociaciones como la de los agricultores, mientras que en otros el silencio podría calificarse como elocuente.
Incluso entre quienes callan, el asunto es motivo de intensas discusiones.
Y es que más allá de las preferencias de cada uno, no está de más recordar que los intereses de determinados sectores productivos no deberían tener color político. Lo anterior no implica permanecer ajeno al curso del debate o invitar a los diferentes postulantes a exponer sus planteamientos, pero una cosa es mantener las puertas abiertas y otra es participar en la carrera.
La razón es sencilla. En principio, lo que une bajo un mismo paraguas a aquellos que están afiliados a un gremio es un propósito económico, entendido como el desarrollo de su respectiva actividad en el largo plazo. Esa vocación de permanencia hace que identificarse con tal o cual aspiración lleve a determinados productores a tomar cartas en asuntos que van más allá de lo que debería indicar su carta constitutiva.
A lo anterior hay que agregar los vientos de descontento que soplan, especialmente en el ramo agropecuario. La impresión de un grupo importante de cultivadores o criadores es que las asociaciones que dicen representarlos están jugando a otra cosa, y esto de arroparse bajo una bandera parece confirmarlo. Por ello, hay que cortar por lo sano para borrar la sombra de cualquier sospecha.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
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