La baja en los precios del petróleo es una mala noticia para las naciones latinoamericanas que son exportadoras netas del combustible. En mayor o menor grado, Venezuela, México y Colombia se verán afectadas si las cotizaciones del crudo siguen bordeando los 80 dólares por barril. Algo similar le puede ocurrir a Brasil o Argentina, en donde hay proyectos importantes de exploración en marcha, que podrían demorarse.
No menos inquietante es el futuro de Ecuador, que se arriesga a salir muy golpeado en caso de que la situación actual se prolongue. El motivo es que el renglón de hidrocarburos es, de lejos, el mayor de las ventas externas del país vecino y aporta cerca de una cuarta parte de sus ingresos fiscales.
Aunque la semana pasada el presidente Rafael Correa calificó la coyuntura como manejable, más de un observador ve peligros en el horizonte. El problema central es que el gasto del Gobierno ha sido fundamental para mantener a la economía creciendo por encima del 4 por ciento anual en tiempos recientes.
Por ejemplo, en el 2013 estos aumentaron en casi 22 por ciento, algo que fue posible a cambio de un alza notable en el déficit fiscal que se triplicó de un año a otro y cerró en cercanías del 6 por ciento del Producto Interno Bruto.
En los primeros meses del 2014, las cosas mantuvieron la misma tendencia, con un problema adicional: el nivel de las reservas internacionales líquidas empezó a bajar. Esa circunstancia, que en condiciones normales es una señal de alerta, en el caso ecuatoriano puede convertirse en un dolor de cabeza de grandes proporciones.
La razón no es otra que la de hacer más difícil de sostener el modelo de dolarización de la economía, que tiene gran respaldo entre la población. Muchos recuerdan todavía con temor los años de hiperinflación que acabaron con la existencia del sucre y llevaron a la adopción del billete verde como moneda de curso corriente.
La necesidad de cuidar la liquidez es la que explica las medidas de corte proteccionista, orientadas a generar un superávit comercial. En respuesta, la demanda y la producción internas se comportaron bien, pero los temores persisten, sobre todo para un país que no tiene un gran espacio para endeudarse y cuyas acreencias con China van al alza. Por eso es que los vientos fríos también se sienten al sur de Colombia.
Ricardo Ávila Pinto
ricavi@portafolio.co
Twitter: @ravilapinto