Uno de los temas que no ha pasado desapercibido para los analistas que siguen de cerca los vaivenes de la economía colombiana es la inversión extranjera, fundamental para asegurar una buena oferta de divisas. Y es que después de haber registrado números sin precedentes en el pasado reciente, ahora las cosas son bien diferentes.
Tal impresión sale de las estadísticas de la balanza cambiaria que elabora el Banco de la República. Los datos, con corte al pasado 10 de julio, muestran que el ingreso de capitales foráneos cayó a menos de la mitad en comparación con igual periodo del 2014, al pasar de 16.004 a 7.651 millones de dólares.
La diferencia de 8.353 millones de dólares es atribuible principalmente a los fondos con destino a compra de papeles, que en el 2015 han caído sustancialmente. Si bien el dinero para tal fin todavía llega, el acumulado actual es menos de una quinta parte del de el año pasado. El motivo es que la ponderación de los títulos colombianos en los índices que son usados para adquisición de bonos en países emergentes ha disminuido.
Por su parte, la inversión extranjera directa también se ha reducido. El bajón asciende a 1.752 millones de dólares, imputables por completo al segmento de petróleo, hidrocarburos y minería. Sin duda, los nuevos vientos que soplan sobre la actividad han disminuido el deseo de impulsar proyectos.
Afortunadamente, el acápite de otros sectores muestra una evolución positiva, que comprueba que el apetito que despierta el país en las empresas foráneas no ha disminuido. Temas como el ambicioso plan vial que impulsa el Gobierno, se adelantan con la participación de firmas de otras naciones, obligadas a tener un patrimonio importante para poder comenzar las obras.
Aun así, es innegable que la inversión extranjera, tanto directa como de portafolio, será inferior a la de los últimos años.
Quizás el único consuelo es que en el resto de América Latina –tal vez con la excepción de México– está ocurriendo algo similar.
No se puede desconocer que la región no despierta el mismo interés de antes, pues, aparte de la destorcida en las cotizaciones de los bienes primarios, la evolución de la economía es mediocre. Y eso limita el apetito de propios y extraños a la hora de hacer negocios.
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