Durante el evento, el mandatario aprovechó para promocionar el esfuerzo que está haciendo su administración en materia de infraestructura, el cual incluye la inversión de 47 billones de pesos en 40 concesiones de cuarta generación.
Al referir cómo se llegó a la discusión del ambicioso programa, el Presidente señaló que el propósito desde un comienzo había sido el de “pensar en grande”.
Y agregó: “¿Por qué no podemos tener las mismas autopistas que tiene Suiza o Italia o Estados Unidos? ¿Es que acaso nuestros ingenieros son menos preparados, nuestra mano de obra menos eficiente?”, para concluir que la infraestructura del país será de “clase mundial”.
Todo lo anterior está muy bien, pero vale la pena aclarar que las vías de doble calzada que se encuentran en el cronograma no cumplen en su mayoría con los estándares europeos.
Estos especifican, por ejemplo, que las autorrutas estén diseñadas para velocidades continuas de al menos 100 kilómetros por hora o que los gradientes no pueden exceder el 4 por ciento.
Y los requisitos no se detienen ahí. El ancho de cada carril se establece en 3,5 metros y la berma en 3,25 metros.
Adicionalmente, el espacio entre la vía de ida y la de vuelta debería ser de 3 metros, a menos que exista una barrera entre ambas. Sobra decir que cierto tipo de intersecciones, como las del tren, deben ser a desnivel o que el radio de las curvas también debe ser generoso, para no hablar de la visibilidad con el fin de determinar el área de frenado.
Gracias a ese sistema, el Viejo Continente habla un solo idioma en la materia, a través de numerosos países.
Por ejemplo, la E 40 tiene más de 8.000 kilómetros de longitud y conecta a Francia con Kazaquistán. Es verdad que en ciertos tramos, sobre todo en Europa del Este, se han presentado quejas porque no todas las normas exigidas se respetan.
Pero aun así, no vale la pena equiparar el programa de dobles calzadas con la calidad vial que se encuentra en las naciones más ricas.
Cuando se completen las obras, el salto cualitativo y cuantitativo de Colombia va a ser descomunal frente a la realidad actual, pero todavía quedará faltando un buen trecho por recorrer. El entusiasmo es entendible, pero también vale la pena llamar pan al pan y aceptar que seguiremos a prudente distancia del ideal.