El alza del 8,5 por ciento que experimentaron las exportaciones colombianas en julio fue recibida con cierto alivio por quienes veían con inquietud el deterioro en este frente. Si bien en el acumulado del 2014 aún se registra una caída del 2,6 por ciento, pues las ventas se ubicaron en 33.048 millones de dólares, el panorama es menos preocupante.
Todavía es demasiado temprano para saber si se puede revertir la tendencia de declive observada en el primer semestre. Pero al menos resulta alentador que los principales capítulos mostraron un comportamiento favorable.
De tal manera, tanto los bienes agrícolas como los combustibles y los artículos industriales lograron un segundo aire.
Mención aparte merece el oro, que sigue sin levantar cabeza, debido a una coyuntura de precios internacionales adversa y dificultades con la producción interna que se expresa en una caída superior al 40 por ciento. Tal como van las cosas, el metal amarillo pasaría de ser el segundo renglón de las exportaciones al quinto, detrás del petróleo, el carbón, el café y las flores, con posibilidades de caer aún más abajo.
Más allá de esa circunstancia, las manufacturas tampoco van bien. En particular, las ventas de equipo de transporte, que el año pasado dieron origen a esperanzas sobre la conquista de nuevos mercados, han bajado en casi 27 por ciento. No es mejor la suerte del ferroníquel o de los químicos, algo que se siente sobre la salud de la actividad fabril.
En los meses que quedan, la esperanza es que la mejoría observada en julio se consolide. Y aunque eso es posible, no será fácil, dado el comportamiento de las cotizaciones del crudo que representan 55 por ciento del total y van por un camino descendente, que solo podrá ser compensado si el bombeo sube. Algo que es igualmente improbable.
Ricardo Ávila
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