Tanto se ha hablado sobre los problemas de la industria en Colombia –como volvió a suceder durante la asamblea de la Andi, que tuvo lugar en Cartagena la semana pasada–, que más de uno considera lejano el día de una eventual reactivación. Al fin de cuentas, las cifras en rojo vienen siendo la constante a lo largo de los últimos años.
Sin embargo, las cosas podrían estar comenzando a cambiar. Esa es la impresión que surge al mirar los resultados de la más reciente encuesta manufacturera adelantada por el Dane, cuyo reporte se entregó el viernes.
Según la entidad, en junio pasado la producción fabril tuvo un aumento del 1,5 por ciento, un guarismo pequeño que no deja de ser significativo. La razón es que de los 39 sectores específicos analizados, 25 mostraron evolución positiva, encabezados en su contribución por bebidas y confecciones.
El contraste es elocuente frente a lo ocurrido en el primer semestre del 2015. En dicho periodo, los renglones en negativo fueron 24, mientras solamente 15 estuvieron en negro. Puesto de otra manera, hay una variación importante que podría ser el preámbulo de una segunda mitad del año más vigorosa en esta materia.
Aunque esa es todavía una posibilidad, existe un factor que no es de orden menor: las ventas reales de la industria crecieron a un ritmo del 3,2 por ciento en el sexto mes. Todo apunta a que el apetito por los bienes elaborados internamente es mayor ahora.
La justificación obvia sería la elevada devaluación del peso, que ha encarecido, en términos relativos, los artículos traídos de afuera. En la medida en que estos se puedan sustituir, el escenario mejora para los fabricados en el país.
Lo anterior se combina con una capacidad de compra que es aún saludable. Junio fue también bueno para el comercio, como lo mostraron las ventas de los minoristas, al anotarse un crecimiento real del 5,1 por ciento.
En consecuencia, si el consumo no se ve afectado por los vientos en contra que soplan sobre la economía y la devaluación del peso encarece las importaciones, los beneficios para la actividad manufacturera empezarían a verse más temprano que tarde. Un alivio de ese tipo sería bienvenido, aunque falta que los primeros brotes que empezaron a observarse tengan raíces más profundas. Solo en ese momento sería posible hablar de un verdadero renacimiento de la producción fabril colombiana.
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