No deja de ser curioso, e incluso inquietante, que mientras la mayoría de países de América del Sur aumenta su presencia comercial en China, Colombia da marcha atrás. Así por lo menos sucedió en el primer trimestre del 2011, cuando las exportaciones a la nación oriental disminuyeron en más de un 25 por ciento, al pasar de 415 a 309 millones de dólares.
En contraste, las ventas a Corea del Sur y Japón experimentaron un salto de 168 y 55 por ciento, respectivamente con lo cual los despachos a Asia en su conjunto parecen evolucionar bien.
Dicho comportamiento, sin embargo, no debería conducir a la complacencia. De un lado, la oferta del país a esa parte del mundo sigue concentrada en productos básicos y las variaciones que se dan en las estadísticas hacen pensar que no se han establecido contratos de abastecimiento de largo plazo que permitan estrechar los vínculos con algunos de los territorios mencionados.
Si bien las comparaciones son odiosas, la política que adelantan Chile, Perú, Brasil y Argentina es radicalmente diferente y parece ir acorde con el cambio estructural que sufre la economía del planeta.
Al tiempo que eso ocurre, Colombia parece seguir concentrada en los mismos destinos de siempre. Es cierto que Venezuela ha perdido importancia, como lo demuestra una caída adicional de 15 por ciento en las exportaciones entre enero y marzo pasados. Pero a pesar de que la mejora en las relaciones diplomáticas con Caracas no se ha traducido en más pedidos de productos, el total facturado volvió a superar el de China.
Por su parte, las ventas a Ecuador van muy bien, con un alza del 31 por ciento que confirma al vecino del sur como el segundo destino de los productos colombianos. El problema es que semejante dinámica no ha hecho más que ampliar el superávit comercial, lo cual puede llevar a Quito a tomar medidas administrativas para equilibrar la balanza.
Finalmente, Estados Unidos sigue a la cabeza, pues adquiere más de la mitad de las exportaciones que hace el país. Lo sucedido está relacionado con los envíos de petróleo y sus derivados, que han aumentado tanto por los mayores precios, como por una mejora en las cantidades. El inconveniente es que, mientras en otras latitudes se busca la diversificación de mercados, en el caso colombiano parece ocurrir lo contrario.
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